La noche del sábado 30 de mayo,
Barcelona se vistió con sus mejores galas para recibir a la Santísima Virgen de
Fátima. A las 22:00, en la catedral de Barcelona empezaron a llegar multitudes
de gentes, venidas de diferentes puntos de la ciudad, y del área metropolitana,
venían con sus mejores deseos para ofrecerlos a la Reina del Cielo, a la Virgen
de Fátima.
A las 22:15 la banda de música
San Luis Gonzaga (una formación musical católica, que únicamente hace sonar sus
tambores y trompetas en procesiones religiosas), empezaba a anunciar la llegada
de alguien importante a la antigua plaza de Cristo Rey, hoy llamada Pla de la
Seu, tocando solemnemente la Marcha Real. Esta procesión lleva más de cuarenta
años concentrando a cientos de católicos en esta misma plaza el último sábado
de mayo para honrar a la Madre, en su advocación de nuestra señora de Fátima.
Ave, ave, ave María…. empieza a
cantar el pueblo fiel a la llegada de N.S Madre, todos con sus cirios en alto,
en forma de saludo a la madre de Dios, típica escena, que si alguien quiere
vivir, tiene que marcharse a Lourdes o a Fátima, pero por una noche, Barcelona
es Fátima, por una noche los fieles salen con sus cirios a las calles a recibir
a la Madre.
Y como un río de gente, movido
por el amor a Santa María, se empiezan a dirigir camino a la Basílica de
Nuestra Señora de la Merced. Con la ayuda de unos altavoces que la organización
a dispuesto para que la voz del sacerdote llegue a todos los rincones, se hace
resonar una y otra vez el saludo del Ángel a Santa María mediante el rezo del
rosario, y entre misterio y misterio el sacerdote entona un canto. Son momentos
muy emotivos, son momentos que a muchos conmueve y lleva la memoria a la
infancia.
El camino a la Basílica de la
Merced transcurre en un ambiente de gran devoción, son momentos muy especiales,
que es necesario vivir para poder explicar, y aun así es difícil. La llegada a
la Basílica es espectacular, una muchedumbre espera a la Señora, cuando el paso
entra en la Basílica todos se ponen en pie y con sus pañuelos saludan a la
Reina del cielo y de la tierra. En estos momentos, la emoción crece y es inevitable
que el pueblo empiece a gritar vivas a la madre de Dios.
Acto seguido, empieza la
ceremonia, empieza la Santa Misa del domingo, son las 23:15 aproximadamente,
los bancos de la basílica están llenos, la gente se sienta por donde puede, en
capillas laterales, en el suelo, muchos participan de la misa de pie. Un acto
de fe público, la gente no deja de entrar al templo, curiosos que al oír la
belleza de los cantos, se sienten atraídos y no dudan en echar un vistazo,
algunos entran y salen al momento, pero otros se quedan a la Santa Misa y la
escuchan entera, hay otros que entran están unos minutos y salen. Varios
sacerdotes están sentados en los confesionarios y no dejan de confesar durante
toda la misa.
Hay momentos de la Santa Misa que
son especialmente emotivos, y que muestran la fe del pueblo de Dios, son los
momentos de la consagración, todos se arrodillan para recibir al Hijo, a
Jesucristo bajo las especies del pan y del vino. Una vez más María nos lleva a
Jesús y nos mueve a recibirlo con un acto de adoración externo, signo del
profundo amor y veneración que estos fieles tienen en el alma, y signo de
obediencia y comunión con la Santa Madre Iglesia, que así lo manda.
Una de las cosas que también me
gustaría destacar de esta Santa Misa es el silencio que se respira durante la
ceremonia, un silencio que nos acerca a Dios, no es un silencio cualquiera, no
es el silencio del que no tiene nada que decir, no es el silencio del vacío, es
el silencio del que escucha al que es el Verbo, la Palabra echa carne. Es el
silencio de toda mundanidad, es el silencio de todo lo profano, y en ese
silencio Dios habla y sale al encuentro de la oveja perdida. Pero hoy el Pastor
no sale solo a buscar a las ovejas, hoy el pastor sale con la divina pastora a
buscar a las ovejas perdidas que se han congregado en el templo.
Hijos en el hijo se sienten y los
hijos no quieren marcharse a casa sin darle un beso de buenas noches a la
Madre. Todos los fieles vuelven a organizarse en filas para acercarse al
presbiterio a venerar con un beso a la Señora. Y después de besar la imagen se
dirigen fuera donde unas personas de la organización reparten flores
bendecidas, recuerdo para los asistentes de noche tan inolvidable, un regalo de
la madre a sus hijos.
Es sorprendente ver hoy en Barcelona
un espectáculo como este, donde la fe es el centro. Esta multitud no son
noticia porque no pican a nadie con cacerolas, porque no son políticos
corruptos, porque no son gente del famoseo, porque no surgió ningún altercado,
ellos no son noticia, son una multitud silenciosa, son una multitud que busca a
Dios, y hoy buscar a Dios no es noticia, a nadie le interesa, pero esta
multitud es la que da esperanzas a Barcelona, esta multitud que en sus labios y
en su corazón tienen a la Madre de Dios y a Cristo, son la esperanza de esta
ciudad, no por ellos, que son tan pecadores como el resto, sino por la fe, la
esperanza y la caridad que corre por sus venas que no son suyas, que son un
regalo de Dios. Ellos nos recuerdan la esperanza a la que aspiramos todos, ellos
nos recuerdan que Cristo vive, ellos nos muestran las maravillas del Cristo.
Después de esta noche, puedo
decir, que Barcelona tiene mucho que dar, porque, si bien es verdad que es de
las grandes ciudades de España, una de las más descristianizadas, los pequeños
reductos de fe que quedan, le guardan un trono de gloria a María, a la Reina de
la Esperanza, en Barcelona volverá a brillar la fe como antaño, pero no volverá
a brillar por grandes planes pastorales que se realicen, volverá a brillar por
María, y con María.
No quiero acabar esta pequeña
noticia sin dirigir un aplauso de felicitación a la Sociedad Misionera de
Cristo Rey y a la Unión Seglar de San Antonio Mª Claret que llevan organizando
año tras año esta procesión en honor a la Virgen de Fátima.
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