Don Carlos Javier y doña Ana María |
por Nicolás Pastor Maggio
Hace poco tuve la oportunidad de
asistir a mis primeros ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola con el
P.Cano, de la Sociedad Misionera de Cristo Rey. Personalmente fue una
experiencia que cambió en muchos sentidos mi concepto de criterio cristiano
-entre otros temas más personales- ayudándome a madurar espiritualmente y a
comprender cuál es el verdadero significado de la caridad: Amar a Dios sobre
todas las cosas y amar al prójimo como a mí mismo.
Durante los días pasados en
Vilafranca del Penedés, entre meditaciones y pláticas, el P.Cano también
encontró un momento para hacernos una serie de reflexiones sobre cómo debería ser
la vida pública de los católicos que sintieran vocación política y de aquellos
que están llamados a gobernarnos. A resumidas cuentas, nos enseñó que la
caridad debía ser la virtud cristiana más presente entre todos ellos. Y así,
casi involuntariamente, fui aplicando todo cuanto nos exponía nuestro sacerdote
al tema que últimamente más había rondando por mi cabeza: la cuestión real y don Carlos Javier.
En un principio acogí la figura
de don Carlos Javier con mucho interés, cariño y esperanza; especialmente
después de su encuentro con los jóvenes tradicionalistas de Madrid y las buenas
impresiones que había causado entre muchos de los asistentes, gente con mucha
formación y tan partidarios de la monarquía tradicional como yo.
Desgraciadamente pronto empezaron
las desilusiones. Nos encontramos con una España rota, herida espiritual y
socialmente, con un umbral de pobreza preocupante y con millones de familias
sin sustentos cuyo único apoyo es Caritas y la Iglesia. Una España que está
siendo troceada por los nacionalismos secesionistas, donde ya existe un claro
germen de discordia civil, donde la Iglesia está siendo perseguida y
arrinconada por los poderes públicos mientras animan a la secularización. Una
Patria que está siendo corrompida por los partidos políticos, que en vez de
defender al pueblo y procurar su bien, se dedican a amasar fortuna y a crear
feudos a costa de demoler lo que queda de nosotros. El liberalismo se ha
afianzado en España y no tardaremos en verla desfallecer en pos del europeísmo
masónico.
¿Y qué dice don Carlos Javier de
todo esto? La ambigüedad de sus comunicados ha sido desde entonces notoria, el vocabulario
liberal y los conceptos defendidos en muchos casos, revolucionarios. Nos habla
de Montejurra, del ecologismo, de la defensa de la cultura democrática,
califica de voluntad ''regenerativa'' los resultados de las elecciones europeas
en España, nos habla de la libertad a la francesa, de la autogestión global y
de las persecuciones durante el Franquismo.
A nadie le ha pasado
desapercibida la reivindicación pública que ha hecho en sus (escasos)
comunicados de los derechos humanos y del proyecto de la Europa central, algo
realmente preocupante pues ambos son de
origen e intención masónica. Cabe recordar que los derechos humanos defienden
la ''soberanía nacional'' proclamada en la revolución francesa y el europeísmo
entendido como la supuesta tendencia de crear un ente supranacional europeo
viene a ser la hoja de ruta del Nuevo Orden Mundial. Y si a todo esto le
sumamos la casualidad de que en alguna ocasión el Rotary a promocionado
(especialmente en Cataluña) alguno de sus coloquios y que su abuelo materno
fuera el cofundador del Rotary Internacional y del Club Bildelberg, nos debería
dar mucho de que pensar.
Pero, sin irnos por las ramas,
todos estos discursos están bien y pueden ser muy agradables si se dirigen a un
sector liberal, pero nosotros ni somos socialdemócratas ni democristianos,
nosotros como carlistas ante todo somos católicos y sabemos ver en sus
repetidas reivindicaciones el foco de muchos de los problemas actuales. ¡Ojalá
hubiera empleado una cuarta parte del tiempo tomado para hablar del ecologismo
para animarnos a no desfallecer como católicos en la vida política! O, aun más
importante, para recordarnos que nuestros pasos deben de estar siempre
encaminados a instaurar el Reinado Social de Cristo...
En los pasados ejercicios espirituales
me enseñaron que tenemos que ''amar'' a todo aquello que nos lleve a Dios, que
nos santifique o nos ayude a santificar la sociedad -porque la Patria es una
virtud cristiana- y que hay que evitar todo ''amor'' desordenado que no nos
conduzca a ello. Así pues, nosotros tenemos que ''amar'' a nuestro Rey, ¡porque
somos monárquicos!, pero siempre que se demuestre explícitamente como una
verdadera herramienta del Señor, para la causa de Dios, de España Tradicional y
del Bien Común.
Se podría dar el caso de que
todos los comunicados que hemos leído no fueran escritos por don Carlos Javier
o que simplemente los firmara, pero esto nunca debería -si así fuera- entenderse como una justificación, sino al
revés, como un agravante porque los Pueblos de las Españas se merecen a un
Rey que se desviva por ellos y que dé
todo cuanto pueda en pos de quienes estamos dispuestos a seguirle hasta la
última consecuencia.
Probablemente don Carlos Javier
tenga otras preocupaciones como bien pueden ser los intereses de la familia
real holandesa, su trabajo en la banca, el bienestar familiar o su posición
como Duque de Parma, pero, como decía Madre Teresa de Calcuta sobre la caridad:
Da hasta que duela y cuando duela da todavía más.
Nosotros como católicos queremos
un Rey con virtudes cristianas, porque para todo lo demás ya tenemos a
políticos de sobra.
El cariño siempre queda, pues don
Carlos Javier es heredero de la dinastía carlista, pero la lealtad y la
esperanza siempre tienen que estar con aquel que defienda la causa Cristo Rey,
sin tibiezas, con contundencia, como bien lo hicieron los Reyes de nuestros
mayores.
El Rey legítimo es S.A.R. Don Sixto Enrique de Borbón, no este liberal vendido al N.O.M. para mayor gloria de la judería internacional. Hace tiempo que este individuo perdió la legitmidad de ejercicio.
ResponderEliminarEste artículo trata de introducir un punto de vista en este debate. No lo estropee usted con datos falsos (don Sixto no pretende ser rey, sino "abanderado de la Tradición") ni frikadas sin fundamento.
EliminarEl abanderado de la tradición es el rey, siempre fue así, desde luego ha demostrado ser un príncipe más digno que Carlos Javier.
EliminarSi es el rey, ¿por qué le dáis el tratamiento de Alteza, en vez de el de Majestad? Don Sixto es el primero en reconocer a su sobrino, pero vuestra cabezonería no os deja ver más allá.
ResponderEliminarDon Sixto jamás ha reconocido como rey a Carlos Javier, ha esperado a que sus sobrinos cambiarán su posición política pero visto lo visto parece imposible.
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