Graffiti de Banksy |
por Gonzalo García-Yangüela
Cuando empecé a escribir este artículo mi intención era tratar sobre la libertad de educación que debemos tener los padres y el error que supone creerse que por pedir que podamos elegir centro esa libertad ya sea efectiva, cuando en realidad está conculcada al tener que elegir siempre entre centros que deben adecuarse al modelo educativo de turno.
Sobre ese interesante y demasiadas veces olvidado asunto me iba preguntando y contestando cuando, una y otra vez, el tema se me desviaba hacia otro. Así que a ese otro vendré a referirme.
Cuando miramos colegios y universidades para nuestros hijos, y metemos codos para conseguir esa plaza, esa beca, esa opción de estar allí donde más difícil parecía para así creernos que le estamos abriendo puertas para un mejor futuro laboral / profesional…
¿Estamos cuidando de abrirles, o al menos no cerrarles, las puertas de la Vida Eterna con al menos el mismo ímpetu? ¿O quizá estamos introduciéndolos en una espiral de ambición y competitividad insana que puedan llevarle a un éxito social y económico pero a un fracaso moral?
¿Cuál es nuestra labor, nuestra obligación principal como padres? Quizá estamos errando el tiro olvidando, al eco del ruido ambiente, hacia dónde debemos llevarles.
Recordemos siempre: ¿De qué les valdrá ganar el mundo si pierden su alma?
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