Eran años de confusión. El
liberalismo infiltrado en la Iglesia atacaba fuerte. Su voz se imponía en las
sacristías. Interpretaciones sesgadas del Concilio Vaticano II parecían darle
la razón. Los carlistas nos veíamos solos, abandonados. Nuestras anteriores
fórmulas eran debeladas. No ya la conocida Unidad Católica. La misma
confesionalidad del estado era negada. Cierto que los tiempos y, con ellos, la
sociedad habían cambiado. No podíamos mantener las formulaciones jurídicas de
un siglo atrás.
En esa confusión salió una voz
contundente: ¡NADA SIN DIOS! Era el grito de quien se acoge a la última
trinchera, seguro que de ella nada ni nadie le pueden desalojar. En efecto: por
mucho que el liberalismo católico se estruje la mente, jamás se atreverá a
combatir el ¡NADA SIN DIOS! Sería despojarse del disfraz con que, con tanto
cuidado, oculta sus verdaderas intenciones.
Dios existe. Ha creado al hombre
como ser social y le ha dado unas leyes para que viva en sociedad. Más aún se
ha hecho Hombre para redimirnos y ser
para nosotros Camino, Verdad y Vida.
Eso es objeto de nuestra Fe que,
por desgracia, no todos comparten. Eso es una realidad aunque sean muchos los
que no creen en ella. Y como realidad, no es racional vivir a espaldas de ella.
De la Redención se han derivado
muchos bienes a la humanidad. Incluso en el orden natural. No podemos
prescindir de ellos. No queremos que se priven de ellos los que no han tenido
la suerte de ver la Verdad.
Su Santidad el Papa nos lo ha
dicho bien claro en su Encíclica “Lumen Fidei”: ¿Seremos en cambio nosotros los
que tendremos reparo en llamar a Dios nuestros Dios? ¿Seremos capaces de no
confesarlo en nuestra vida pública, de no proponer la grandeza de la vida común
que Él hace posible? La Fe ilumina la vida en sociedad.
El lema del laicismo imperante es
el contrario: “todo sin Dios”. Y lo van
consiguiendo a la vez que España se acerca más a su ruina: paro, hambre,
inmoralidad, latrocinios institucionalizados… Es lo que impera cuando se va
cumpliendo el plan de los que hoy triunfan y se rebelan contra Dios.
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