Carlistas catalanes en 2013. De pie a la izquierda, el primero con boina roja, es Nicolás Pastor, de Tortosa. |
Presentamos a continuación un
interesante testimonio de un joven carlista que ha terminado militando en la
Causa de la tradición política de Las Españas como culminación de un proceso
personal de "conversión". No se trata de un caso aislado.
Evidentemente no podemos deducir de sus palabras que todos los conversos vayan
a convertirse necesariamente en carlistas. Pero sí resulta lógico pensar que un
converso tiende a enfocar con mayor coherencia que otras personas todos los aspectos
de su vida, también los aspectos políticos.
por Gerard Nicolás Emilio Pastor Maggio, vecino de Tortosa
Es curioso ver como la gente se
sorprende cuando les confieso que soy carlista. No comprenden como un chico
relativamente joven defienda ideas ''tan trasnochadas''. Ideas que saben a
romanticismos de otro siglo o a excentricidades nostálgicas sustraídas de algún
libro de historia. Entonces como toque final remato la faena apelando a mi
origen italiano y mis antepasados franceses y peruanos.
La respuesta es sencilla y a mi
modo de ver muy coherente. Soy carlista por mi amor a Cristo. Cuando acepté a
Dios en mi corazón - rondaba yo los 23 años - mi vida empezó a cambiar, primero
fueron cambios pequeños, ''tolerables'' y no muy fuera de la norma, pero poco a
poco estos cambios fueron cada vez más notables hasta llegar al punto de tener
que replantearme otra vez todo, incluso mi modus vivendi.
Fueron tantos los aspectos que
cambiaron que resumirlos aquí se haría eterno, pero hubo dos que para este caso
tengo que explicar.
Comprendí que si quería ser
medianamente coherente con lo que pensaba y sentía no podía abandonarme a las
tibiezas. Tenía que oponerme a ellas, siendo conmigo mismo, dentro de lo
humanamente posible lo más disciplinado que pudiera. O tomarlo todo o renegar
de ello otra vez, porque el catolicismo y su doctrina no es algo que podamos
desmenuzar y elegir para nosotros lo que más gracia nos haga o aun peor, lo que
más nos convenga. En realidad nos conviene solo el todo, pues de ahí nuestra
salvación.
Pero esto no es fácil, como decía
nuestro párroco en la homilía del domingo pasado ''todos estamos llamados a la
Santidad'' y recorrer ese camino, ya difícil de por sí, se complica aun mas
cuando nos paramos a escuchar las opiniones del mundo. Aquellas que nos
comparan con la norma y deducen que somos fanáticos intransigentes. En ese
momento, bajo ese juicio, que no nos venza el demonio disfrazado de vergüenza,
puesto que nuestra única comparación se nos debe de hacer ante Cristo
Crucificado. A su imagen. Entonces nos daremos cuenta que en realidad no somos
casi nada.
Cuando aprendí - a resumidas
cuentas- a no escuchar las críticas que me pudiesen hacer por ser católico
desperté una serie de inquietudes. No esconderé que en algún momento me planteé
mi vocación religiosa, pero creo que Dios me prefiere como futuro esposo y
padre de familia ( y que arme de santa paciencia a mi margarita...). Otra
inquietud que desperté fue la política donde también surgió en mi cierta
vocación de servicio... ¿Pero de servicio a que o a quien? Los partidos del
momento, a la luz de la Iglesia y las Sagradas Escrituras no eran compatibles,
aquel ''o todo o nada'' que comenté, también lo aplicaba a todo lo demás. Así
estuve mucho tiempo, queriendo ayudar pero sin saber cómo ni a qué.
Y conocí el Carlismo, el ''nada
sin Dios''.
No tardé mucho en identificarme
plenamente con la causa carlista, puesto que para ser un buen carlista el
primer requisito es ser ( o intentar ser ) un buen católico.
La base doctrinal del carlismo se
asienta plenamente en la Ley de Dios, en la Doctrina Social de la Iglesia y la
''desenvolupa'' adaptándola a las diferentes realidades socio-políticas de las
Españas respetando siempre sus tradiciones propias y las une en torno a Dios,
centro y realidad primera del concepto tradicional del cual surge España.
Pero el hablar de Dios y de
Patria no es estéril, porque cuando Cristo Reina y el patriotismo se comprende
como una virtud cristiana emanada del cuarto mandamiento, por añadidura y de la
mano de nuestra Iglesia (de sus Papas y pensadores), se nos da de forma
resuelta o al menos una orientación cristiana sobre qué respuestas dar a los
problemas sociales, morales y económicos del día de hoy. Respuestas que el
carlista comprende, acepta íntegramente y promueve porque al fin de cuentas,
quien milita en las filas del legitimismo, milita a su vez en ''los campamentos
del Papa''.
El Señor llene de bendiciones tu vida, amén.
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