sábado, agosto 01, 2015
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por Alba Vilaplana Martín

Esta conocida frase de San Felipe Neri pronunciada en el siglo XVI sigue manteniendo la misma actualidad y debe ser para nosotros un referente de vida.

San Felipe Neri era de familia noble pero Dios lo llamó a ser un servidor de los más pobres, por eso, al ofrecerle el Papa un puesto de cardenal, él respondió con firmeza: Prefiero el paraíso.

¿Es que acaso el puesto de cardenal era algo malo? No, sencillamente no es lo que Dios tenía preparado para él y por eso, con determinación inspirada, lo rechazó.

Muchas veces en nuestra vida nos toca decidir entre lo que nos acerca a Dios y lo que nos aleja de Él, a veces son decisiones sencillas porque la maldad se nos hace evidente y ya de entrada nos genera rechazo, como por ejemplo: apartarnos de malas compañías, rehuir conversaciones obscenas, rechazar tomar drogas…  Sin embargo, ¿qué pasa cuando las dos opciones se nos presentan como buenas? Cuando tenemos que escoger entre quedarnos a estudiar para el examen de mañana o asistir a la Santa Misa, entre salir a hacer deporte o hacer oración, entre tener un trabajo estupendo o tener uno más humilde pero que nos permite dedicarle nuestras tardes a Dios y al apostolado. Es en estos momentos, cuando estamos a punto de perder el norte sin saber que elegir, cuando sutilmente el error penetra en nosotros, cuando debemos recordar hacia donde nos encaminamos y gritar bien fuerte: ¡Prefiero el paraíso!

San Pablo les decía a los Corintios: ‘’Nosotros sabemos en efecto, que si esta tienda de campaña, nuestra morada terrenal, nuestra vida terrenal, es destruida, tenemos una casa permanente en el cielo, no construida por el hombre, sino por Dios’’.

Así que con esta esperanza, recordemos siempre: ¡Prefiero el paraíso!


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