Pérez-Reverte, escritor y periodista |
Una Historia de España… sin manipulación
por Diego Hernández-Yllán Pérez
El desinformado manipulador Sr.
(?) Pérez Reverte al que llaman algunos escritor ha defecado un intento de artículo en el Semanal con el título "Una historia de España
(XLVIII)" en el que, con un afán desmesurado, rabioso y feroz miente y
manipula descaradamente sobre una época de la historia de España que comprende
las guerras carlistas.
Su inicio es ya de juzgado de
guardia y yo animo a quien pueda a emprender las oportunas acciones legales que
merece. Nada menos que este abyecto personaje (que, efectivamente tal como
titula su columna tiene una incomprensible y grandiosa patente de corso) osa
decir que la quinta guerra carlista del s. XX es el terrorismo de ETA. Es
denunciable y abofeteable si viviéramos en los grandes tiempos del duelo.
Continúa su libelo afirmando que
los partidarios del pretendiente (aquí resbala como tantos, era reclamante pues
pese a quien le pese era el Rey legítimo) eran los que estaban "hasta el
cimbel de que los crujieran a impuestos". Dejando atrás esa expresión tan
poco culta para alguien que se cree el nuevo Cervantes redivivo, es una
falsedad en toda regla. Entiendo que usted no admita el idealismo de los que
salieron a jugarse el bigote por un ideal incardinado en la raíz más profunda
del ser español, pero así fue, le guste o no. Habla de privilegios forales,
cayendo en el error también de tantos, pues fueros no equivale a privilegio,
sino a uso, costumbre, tradición, enraizada y reconocida por los reyes de la
monarquía hispánica. Y no existían únicamente en el norte de España como
aviesamente cita.
Que el movimiento insurreccional
arraigó sobre todo en el medio rural es cierto, pero no por que fueran
campesinos analfabetos como dice este sujeto. El movimiento carlista fue
eminentemente popular, de gentes de raigambre profundamente católica y
española, muchos de ellos se habían batido el cobre ya en la guerra contra el
francés al mismo grito de Dios, Patria, Rey y no hacían más que luchar contra
las ideas extranjeras y extranjerizantes que trajeron los franceses y que
algunos traidores y renegados hicieron suyas saltándose a la torera siglos de
historia y la propia ley entonces vigente.
¿Curas trabucaires? Por supuesto
que sí, pero ¿por qué no explica la razón de su existencia? Se alzaron al ver
la persecución a la Iglesia por parte de esos tolerantes (y demócratas diríamos
hoy) liberales que se dedicaron a matar frailes ya desde el trienio liberal y a
robar (porque no tiene otro nombre) propiedades a la Iglesia con la infame
desamortización. ¿Tiene sentido su indignación y su militancia antiliberal? Pues dígalo, hombre de Dios.
Citar a los escritores más furibundamente
anticarlistas que han existido seguramente nunca como Pío Baroja o Galdós es
hacer trampa. ¿Por qué no cita D. Ramón
María de Valle-Inclán. o a Dña. Emilia Pardo Bazán, o a Jose Maria de
Iparaguirre? ¡Ah! No, que esos hablaban bien del carlismo...
Apoyándose en ellos critica la
"finura ideológica" del Carlismo. Le podría explicar que el Carlismo
no es ninguna ideología, pero no creo que esté a su altura. Si le diré que es
un corpus doctrinal que se fue puliendo y consolidando con los años (no hay más
que leer el Manifiesto de los Persas que dudo haya leído) gracias a los
pensadores más lúcidos y españolísimos que haya dado el S. XIX y XX español. A los nombre de los
tradicionalistas no carlistas Menéndez Pelayo, Donoso Cortés o Jaime Balmes, se
añadieron los tradicionalistas ya carlistas Aparisi Guijarro, Vázquez de Mella
(al que alguna imbécil quiere quitar el nombre de una plaza de Madrid), Víctor
Pradera (asesinado en el 36 por defender a España sin que los peneuvistas de
entonces, esos que dice este iluminado son los herederos del Carlismo, movieran
un solo dedo), Elías de Tejada, Álvaro d´Ors, Rafael Gambra o en la actualidad
Miguel Ayuso, entre otros. ¿Cómo se puede tener la caradura de presentar al
Carlismo como una suerte de bárbaros sin pensamiento sedientos de sangre?
Presenta a los liberales como los
partidarios de la modernidad, del progreso social, etc. etc. ¿Modernidad el
asesinato masivo de frailes ya desde 1823 (y no desde 1936 como algunos
ignorantes creen)? ¿Modernidad el saqueo que significó la desamortización de
bienes eclesiásticos, el "mayor latrocinio de la historia" en frase
de Menéndez Pelayo? ¿Modernidad el centralismo atroz que provocó el nacimiento
de los nacionalismos separatistas hasta nuestros días? ¿Progreso social la
creación de una nueva clase social, el proletariado, que dió como consecuencia
la aparición del Socialismo y el Anarquismo?
Acusa a los carlistas de meapilas
y clericales. Pero, ¿No hemos quedado en que sus partidarios eran curas
trabucaires? ¿Clericales, cuando el propio autor del escrito difamatorio
reconoce que las altas jerarquías de la Iglesia estaban con el liberalismo?
¿Qué galimatías es este? Ni meapilas ni clericales, católicos orgullosos de
serlo, coherentes y consecuentes con su Fe. Con sus errores, por supuesto, como
humanos que eran. No hay nadie perfecto.
Alejándose del binomio
Carlismo-Liberalismo este abyecto personaje describe a lo que él llama "la
vieja España" como la de "la violencia, la delación, el odio, y la
represalia infame". Pero qué clase de historia de España ha leído usted,
señor mío, ¿La de la Leyenda Negra? Como veo que anda corto de lecturas le
recomiendo el libro de Manuel García Morente (al que, supongo, conocerá)
"Idea de la Hispanidad", en el que, haciendo un recorrido por el
histórico genio hispánico, define al español como "Caballero
Cristiano", absolutamente alejado de la Leyenda Negra que usted parece
adorar.
Que hubo violencias en la guerra
por supuesto, no conozco ninguna en la que se regalen caramelos. Pero, como se
suele decir, hay clases. La violencia liberal fue brutal, atroz, desmesurada,
no hay más que ver el fusilamiento de la anciana madre del General Cabrera. La
violencia carlista fue en muchas ocasiones respuesta a la exagerada violencia
liberal.
Acusa a ambos bandos de querer el
poder para establecer "un despotismo hipócrita que sometiera a los
españoles a los mismos caciques de toda la vida", también de trincones,
mangantes, etc. etc. Entiendo que es difícil para un apesebrado como el autor
entender lo que es el idealismo, pero sólo le diré una cosa, la época de más y
mayor caciquismo que se recuerda fue en el sistema liberal de la Restauración,
bien definida por Joaquín Costa como Caciquismo y Oligarquía. Una época muy
parecida a la actual, por cierto. Liberal, claro.
Las dos citas finales del
acérrimo anticarlista Pío Baroja no merecen mayor comentario. Pero sí quisiera
volver al principio, cuando nos quiere vender la Cruzada del 36 como la cuarta
guerra carlista. Aquí peca de ignorancia, pero como es de buen cristiano
enseñar al que no sabe lo diré que los requetés salieron al campo de batalla en
defensa de Dios y de España. Punto. Lo que pudiera haber de
"partidismo" quedó absolutamente al margen, como sabe cualquiera que
esté un poco ducho en la materia. Este hecho lo prueba el que el Carlismo
siempre se consideró el vencido entre los vencedores.
Finalmente y para no alargarme
más porque no merece la pena, esa acusación poco menos que de etarras si
tuviera dignidad y gallardía la retiraría de inmediato.
Fe, lealtad, nobleza... caracterizan a los carlistas. Cuadro de Augusto Ferrer-Dalmau |
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