Aparisi y Guijarro |
por Carlos Flores Juberías, catedrático de Derecho Constitucional
(publicado en ABC el 25 de marzo de 2015)
¿Se sorprenderían si les dijera
que Pablo Iglesias revolucionó anoche el debate de La Sexta diciendo que “el
parlamentarismo no es más que una farsa, que cuesta mucho, divierte poco y
corrompe muchísimo”? ¿Y que Albert Rivera ha señalado en una reciente rueda de
prensa: “¿Hay elecciones? Las quiero libres. ¿Ha de haber diputados? Los quiero
de todo punto independientes. ¿Tenemos diputados de todo punto independientes?
Pues yo los quiero incorruptibles”?
¿Les extrañaría que Esperanza
Aguirre hubiera propuesto imitar a los ingleses “en una cosa, en una sola: en
respetar la memoria de nuestros padres… siglo que quiera que los venideros le
respeten, respete a los pasados”? ¿O que en defensa de su nueva Ley de Señas de
Identidad Alberto Fabra hubiera declarado que “Valencia sin sus tradiciones
sería como un pueblo salido del hospicio”?
¿Me creerían si les dijera que un
militante de Podemos decepcionado con sus líderes acaba de escribir anónimamente
en un foro de internet que “en las revoluciones sólo hay dos clases de gentes:
los que las hacen y los que las explotan”? ¿Y que el Papa Francisco acaba de
escribir en su primera encíclica que “Cuando el Hombre-Dios nos dijo `sed
buenos´, nos dijo `sed libres´. Por eso tenemos hasta la obligación de ser
libres los cristianos. ¿No nos creó Dios en su semejanza? Pues Dios no pudo querer
que besáramos como siervos el pie de un déspota o adulásemos como siervos la
ira del populacho”?
Pues si así fuera, no les podría
tachar de disparatados, pero a pesar de ello se equivocarían de plano. Porque
el autor de esas reflexiones –unas clarividentes, otras osadas, todas
profundas- hace mucho que duerme el sueño de los justos. Se llamaba Antonio
Aparisi y Guijarro, y era hijo de esta tierra. Fue diputado y senador,
juriconsulto y poeta, dramaturgo y orador. Siguió a su Rey hasta el exilio y,
de vuelta en España, murió en el mismísimo hemiciclo parlamentario. Y si en
este país no tuviéramos a la vez la izquierda más revanchista y la derecha más
acomplejada de Europa, a buen seguro habría sido objeto de un homenaje,
hoy-este domingo- que se cumplen los doscientos años de su nacimiento.
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