por Carlos Ibáñez Quintana
Era Presidente de la Diputación
de Guipúzcoa el carlista Marqués de Valdespina. Llegó a San Sebastián, a pasar
el verano Dª. Cristina. Y el Marqués de Valdespina fue a la estación a
recibirla. Algunos le expresaron su extrañeza; cómo compaginaba su lealtad a D.
Carlos VII con el homenaje a la Regente. “Yo no hago un desprecio a una
Señora”.
Contrasta con las faltas de
cortesía que han hecho patentes el Lehendakari y otros en estos días, negándose
a asistir a determinados actos.
La televisión ha informado minuciosamente
del completo dispositivo de seguridad previsto para proteger la proclamación de
Don Felipe. Se nos ocurre que la información ha tenido por objeto disuadir a
cualquiera que pretenda perturbar el acto.
Contrasta con la confianza que la
Familia usurpadora veraneaba en San Sebastián a los pocos años de que Guipúzcoa
levantase media docena de batallones carlistas, muchos de cuyos componentes aún
vivían. Con qué falta de precauciones se desplazaban por la Provincia.
Se cuenta de que D. Alfonso, en
una de sus excursiones, preguntó al Alcalde de un pueblo: “¿Hay aquí muchos
carlistas?”. “Más bien son integristas”, contestó el Alcalde. Sospechaba que en
el pueblo tenía muchos enemigos. Pero ningún temor manifestaba por ello. Sabía
que los carlistas habían demostrado su valor en Lácar y Somorrostro. Pero que
no eran capaces de un cobarde atentado contra su persona.
Han cambiado los tiempos. Los
sucesores de Dª. Cristina y D. Alfonso no pueden tener la confianza en el
pueblo, que tenían ellos y se hace preciso adoptar severas medidas de
seguridad. Decididamente, bajo el liberalismo se ha pervertido el pueblo
español.
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