Desde la Transición la industria
española ha ido desapareciendo. No es nada extraño que lo haya hecho la
siderurgia integral. En la misma Alemania, el Ruhr ha perdido su primitiva
importancia. Conocidísimas plantas han tenido que cerrar.
Pero no todo es siderurgia
integral. En España habíamos llegado a ocupar un puesto importante en la
fabricación de bicicletas y motos. Desaparecieron de las carreteras las
“Montesa” y las “Bultaco”. Desaparecieron los camiones Pegaso que décadas antes
mandaban en las carreteras polacas. Hasta los cochecitos de niños ostentan hoy
marcas extranjeras. Han hundido nuestra industria.
Está en proceso de retroceso
nuestra agricultura. Cuotas por dejar tierras baldías y topes a la producción
por todas partes. Se cerraron las fábricas de abonos, que hay que comprar a
precios más altos en el exterior.
¿Qué nos queda? El turismo. Y al
turismo nos agarramos como a un clavo ardiendo. Pero el turismo sólo da trabajo
a camareros (servicios durante en día) y meretrices (diversión por la noche).
Detengámonos en el oficio más
viejo.
Ya hace algún tiempo el
consistorio bilbaíno se preocupó por dotar de espacio para la ubicación de
lugares de expansión sin que los vecinos se sintieran molestos. En los
comentarios que se hicieron en la prensa, había una referencia a la necesidad
de proporcionar a los turistas una diversión complementaria.
Recientemente nuestros
economistas han decidido incorporar al PIB las cantidades que mueve la
prostitución.
Por su parte, los más difundidos
diarios de España, incluyen en sus páginas las ofertas de carne fresca para tal
fin.
Está adquiriendo tal importancia
social, reflejada en su aceptación oficial, que no nos extrañaría ver que
nuestras autoridades educativas incluyeran entre los módulos de FP, uno que
diera a sus egresados/ egresadas, el diploma correspondiente, certificando su
preparación para satisfacer los impulsos de la pareja. De hacerlo, hacerlo
bien.
Es indudable que la habilidad de
quien se ofrece, es fundamental para sacar el dinero al cliente. Si de obtener
beneficios de trata, que sean los más altos posibles .Así aumentará el PIB. Hay
que darles la formación adecuada.
Incluso, ascendiendo a niveles
superiores, se podían establecer masteres para las “madames”. La Celestina, el
drama de Calixto y Melibea, joya de nuestra literatura, nos presenta a una de
ellas que hace alarde de unos conocimientos de las pasiones humanas, que
podrían ser objeto de una enseñanza académica. No en vano en el Quijote se dice
que el de “alcahuete es oficio de discretos y necesarísimo en toda república
bien organizada”.
Se regularía la profesión. Se
extenderían facturas por los servicios. El Estado, que ya ha incluido la
actividad en el PIB, podría percibir el IVA correspondiente, participando en
las ganancias de la hetaira. Así se oficializaría en la profesión de “macarra”,
que, por lo visto, es la que mejor le va.
Todo ello vendría favorecido por
la educación que ya se está dando a los niños. Lo que se les enseña a hacer
para disfrutar de su cuerpo ¿por qué no hacerlo para ganarse la vida? Si se les
ha cerrado el camino de la industria, se les cierra el de la agricultura, de
algo tienen que vivir.
Rompamos con los prejuicios
sociales que nos impiden el progreso. Imitemos a los franceses, que denominan
“menage a trois”, a lo que nosotros llamamos “cuernos” y lo consideramos como
un deshonor. Así nos incorporaremos del todo a Europa. Incluso nos pondremos
por delante. Demostremos que a demócratas nadie nos gana.
Escrito lo que antecede, me ha
venido a la memoria el fracasado proyecto de Eurovegas. Se trataba de instalar
en las cercanías de Madrid un antro de corrupción. La derecha gobernante en la
Autonomía estaba dispuesta a dar todas las facilidades para su ejecución. El
motivo: iba a crear muchos puestos de trabajo. En la misma línea que los otros
hechos que menciono y que demuestran la degeneración a la que nos ha llevado la
democracia.
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