ANTES Y DESPUÉS DE LAS
CONSTITUCIONES DEL MODELO POLÍTICO LIBERAL
Por Santiago Arellano Hernández
La peor actitud que el ser humano
puede adoptar ante cualquier realidad penosa, adversa o desesperante es la de
considerar que no hay nada que hacer, que las cosas son como son y que ya
vendrán tiempos mejores. Debajo de los escombros siempre se encuentran personas
con vida. Por otra parte no tengo la menor
duda de que la Providencia de Dios nos lleva hacia pastos tranquilos en que los pueblos
serán bendecidos porque su Dios será el Señor. El Señor es el Alfa y Omega de la historia y, aunque lo rechacemos,
Él es el único que es, por derecho
propio, el Príncipe de la Paz. La
palabra “Dios” de nuestro cuatrilema nos recuerda que es Él el fundamento de
todo y el aval de nuestras
esperanzas. En vano trabajan los
albañiles, si no.
Un ejemplo lo tenemos en la
realidad presente en nuestra política municipal. No es verdad que la vida de los municipios fue siempre así. Hay
un antes y un después y la frontera que
modificó la organización de nuestros pueblos en España comienza con la revolución jurídico-administrativa y
filosófico-religiosa que impusieron las
Cortes de Cádiz y su correspondiente Constitución. Después, es un proceso de
consecuencias, porque los vientos de exterminio de la caja de Pandora han
campado a sus anchas, aunque se nos diga lo contrario y pretendan hacernos
comulgar con ruedas de molino.
El Foro Alfonso Carlos se ha reunido en Javier
(Navarra) los días 19,20 y 21 de septiembre y ha dedicado sus reflexiones a analizar la situación política municipal.
En cuatro mesas redondas y una más de conclusiones veinte ponentes, más las
aportaciones en el coloquio de los asistentes, han ido desgranando ideas teórico-prácticas encaminadas a ofrecer
posibles propuestas de mejora y, corrección
de errores, al mismo tiempo que se animó a participar en las próximas
elecciones a quienes se vean con vocación para servir, como vecinos
conscientes, a la vida municipal.
Javier Garisoain (secretario general de la CTC) , José Manuel Martínez (ex concejal en Hontoria de Valdearados), María José Guindano (alcaldesa de Javier) y Silvesre Zubitur (concejal en Leiza) |
Una denuncia clave fue contra las
leyes de desamortización de los bienes patrimoniales de los municipios en el XIX que eran la base
de una autonomía de gestión y de libertad ciudadana real. Cada pueblo
poseía su patrimonio y controlaba su
hacienda. Poseía bienes propios, bienes comunales y fuentes de ingresos bien
por impuestos municipales e incluso por
multas por incumplimiento de obligaciones vecinales. Obligaba a los vecinos, en
sus concejos, a controlar el gasto y a no endeudarse en cantidades superiores a
su capacidad de devolución o de lo
contrario iban a dejar maniatadas a
generaciones futuras. Se administraba el municipio con los mismos criterios que
una familia prudente: atender lo
necesario, procurar mejoras en el límite de las posibilidades y mejor
guardar para mañana por si acaso que gastar lo sobrante. Economía municipal,
economía doméstica.
El modelo cambia cuando el Estado-nodriza
se convierte en el soberano providente que suministra a todos lo que les
demanda la necesidad. Los ciudadanos se convierten en bocas hambrientas de polluelos que esperan
ansiosos el bocado que la madre les suministra. ¿Y el costo? Papá pagará. Se confunde la
necesidad real con lo que la vanidad, capricho o envidia pone en las apetencias
ciudadanas. Centros de cultura, polideportivos, eso sí faraónicos, aunque sean
para uso de pocos o de nadie, o de los fantasmas que en vez de reunirse en los cementerios
como en el Don Juan Tenorio, lo hacen en las solitarias dependencias de las
casas de cultura. ¿Quién pone mesura en
los ayuntamientos? ¿Quién se atreve a decir no, si saben que ir contracorriente
puede poner en peligro la renovación en las próximas elecciones?
La organización política y
cultural de los municipios no siempre fue igual. Roma tuvo un modelo que lo
extendió a las ciudades que incorporaba por pacto o conquista. Antes y después
del Imperio se organizaban como Romas en pequeño. En el siglo III, en la gran
crisis económica y social, los servicios administrativos de los municipios
romanos se convirtieron en órganos de recaudación de impuestos; los poderosos
se establecieron, con enorme lujo, en villas, cercadas por inmensos latifundios
que dieron pie a la organización feudal
y a las relaciones de pueblos y señores
de vasallaje y servidumbre en toda la Alta Edad Media. El municipio
romano no tuvo continuidad.
En toda Europa, y por consiguiente en
España, surge el municipio como enclave de
autonomía y libertad en los siglos XI, XII y XIII. El municipio, como entidad
capaz de administrar comunitaria y colegiadamente la vida de los vecinos que
habitan dentro de los muros de la misma ciudad,
es fruto maduro de la plenitud de la que llamamos cristiandad, es decir
la Europa Cristiana. Modelo municipal que luego llegará al nuevo mundo en las
naves españolas.
El municipio nace a la par que el románico, la
fuerza comercial de mercaderes y artesanos, una burguesía naciente, en el marco
espiritual del Evangelio, que establece el fuero, como garantía de la persona (real o jurídica) y villas francas
en el camino de Santiago o en las repoblaciones de las tierras recién conquistadas
en las fronteras con el moro; que aspira a una visión unitaria de la existencia
con la Suma por ejemplo de Santo Tomás; que canta la civilización cristiana en
La Divina Comedia de Dante, levanta Lonjas y
puertos, pero sobre todo, como un símbolo de esa visión unitaria y
transcendente de la vida, construye la catedral, inventa el gótico, asombroso
dominio técnico de la piedra y espiritualización de la materia. El municipio en
su esplendor medieval ha llegado a considerarse (García Valdeavellano-
Hinojosa) como el modelo del que ha de nacer el Estado futuro.
Habitar en un mismo lugar crea
lazos, pero no es suficiente. Como hoy no son modelo las ciudades dormitorio
que circundan las grandes ciudades. Era necesario convertirlo en un órgano
jurídico y al mismo tiempo humano que atienda a todos los fines de la vida ya
económicos, ya espirituales, etc. Vinculados a una parroquia su santo patrón
protegía la vida del lugar y señalaba fiestas patronales, celebraciones
litúrgicas, ferias, festejos y procesiones. El consejo era la asamblea
(concilium) de las reuniones vecinales (de
ahí municipio o concejo) que tenían lugar a la salida de la misa del
domingo en los atrios porticados anexos a las iglesias principalmente en fechas
señaladas como el primer domingo de cuaresma. y que intervienen en la
organización de la vida de la localidad.
El municipio se convirtió en una pieza esencial del mecanismo del Estado. Un
ejemplo paradigmático se nos expuso al describirnos la vida municipal en la
Pamplona del siglo XVIII.
Todavía perduran muchas herencias
de este municipio medieval en las costumbres y tradiciones de nuestros pueblos,
aún en medio de la bancarrota de la sociedad cristiana. Qué importante es
asegurar su continuidad y supervivencia como anclajes hacia el futuro.
Aunque parecen
indestructibles, los “embudos”
ideológicos por donde se quiere meter la vida de los pueblos y de los seres
humanos, termina estallando por ser formas artificiales contrarias a la misma
naturaleza. Por ejemplo, la no regulación adecuada de los grupos humanos
religiosos distintos a la herencia cultural de España, hará inviable la vida de
los mismos pueblos. La confusión legal, tratando igual a lo diferente y
diverso, será fuente de conflictos y violencias. El problema no es dar cobijo
digno y humanitario al extranjero, sino
meterlo hasta lo más íntimo de tu comunidad, sin señalarles los límites y sin
exigirles el respeto a nuestra cultura. La ciudad cristiana medieval lo sabía y
por eso regulaba la organización de judíos, moros y cristianos, con un criterio
universal: cada uno en su casa y Dios en la de todos.
De todo esto se habló y aún nos
resuenan sus conclusiones: 1º Crear un nuevo patrimonio municipal. 2º Recuperar
el espíritu de unidad espiritual de cada pueblo, teniendo en cuenta que sólo el
bien engendra Tradición. 3º Bien común, no interés general y en consecuencia:
cuanto menos partidos, más unidos. 4º Servicio desinteresado, no beneficio
propio. 5º Paz y bien para todos, en el
fundamento del amparo de Dios. 6º Cuanto menos proteccionismo más libertad. 7º
No porque me den la mitad, puedo adeudarme en el todo restante que supera mi
capacidad. 8º Austeridad. 9º Responsabilidad como virtud. 10º Subsidiaridad y
cumplimiento de la palabra dada (mandato imperativo).
Han sido días fecundos, y lleno
de delicadeza y atenciones de todo lo que fue la intendencia humana y los
servicios. Javier un hito para volver.
0 comentarios:
Publicar un comentario