Cartel firmado por Arlaiz y editado por Vda. Valverde, en Rentería a principios del siglo XX. Museo del Carlismo. |
por Carlos Ibáñez Quintana
El Dieciocho de Julio no fue
exclusivamente nuestro, de los carlistas. Pero sin nuestra participación no
habría sido posible. Grande fue el sacrificio que la Comunión Tradicionalista
hizo para llegar a él: pactar nada menos con el ejército que nos había vencido
en 1876 y había sido hasta entonces el sostén del sistema revolucionario.
Cierto es que no dejaba ser el ejército español. Como tal, recibió siempre de
parte de los carlistas el respetuoso cariño que se merecía y que se lo
regateaban los mismos a quienes protegía.
Nuestros jefes exigieron unas
condiciones mínimas. Los militares se resistieron a aceptarlas. Los hechos nos
dieron la razón. En el bando sublevado se aceptó el lema: “Por Dios y por
España”, que exigíamos nosotros. No fue precisamente nuestra fuerza la que lo
logró, sino porque era lo que quería el sano pueblo español.
Se ganó la guerra. Aunque las
relaciones de la Comunión Tradicionalista con las autoridades surgidas de la
victoria estuvieron muy lejos de ser buenas, las primeras impulsaron una serie
de reformas que suponían sendas derrotas a la Revolución. Se modificó la
educación dándola un carácter católico que tanto bien nos hizo a quienes la
disfrutamos. Se suprimieron los partidos políticos. Se establecieron las Cortes
orgánicas. Pero la vida política estaba impregnada de los resabios de casi un
siglo de liberalismo, que esterilizó su eficacia.
Por ejemplo: las Cortes
orgánicas. Nombrados los primeros procuradores, un número determinado de ellos
se dirigió al Jefe del Estado pidiéndole la restauración de la Monarquía en la
persona de D. Juan. A la negativa acertada del Jefe del Estado, se unió la
medida desacertada de destituir a los procuradores. Si representaban al pueblo
había que haberles conservado en el cargo.
Sin extendernos en detalles, la
impresión que sacamos de aquellos años, es que no se tomó en serio lo que se
proclamaba. Que se predicaba pero no se daba trigo.
Un error fundamental fue seguir
considerando “Casa Real” a la familia que en 1931 había entregado España a la
República y hecho necesario el levantamiento y la guerra. Cierto es que Franco
rechazó, e hizo muy bien, entregar la
Corona a quien ya coqueteaba con los rojos. Pero cometió el error en
enfrentarse solamente a la persona. Cuando el enemigo era la Familia. Y la Familia
terminó por derrotarnos con las consecuencias que hoy lamentamos. Para ello la
Familia se sirvió de los mismos que habían apoyado a Franco. De los que habían
proclamado los principios del Movimiento sin creer en ellos, usándolos como
tapadera. De los que habían predicado sin dar trigo.
Con la misma república coronada
(nos referimos a la que nos trajo la República en 1931) en el poder, los rojos
han impuesto sus principios y gobiernan en España. Dejémonos de cuentos y
atengámonos a sus obras. Por ellas podemos conocerlos. Y de acuerdo con lo que
vemos en las leyes promulgadas, podemos decir, sin temor a equivocarnos que hoy
mandan los rojos.
Los que lucharon en el bando
vencido ya se han agrupado. Rojos y separatistas aparentan estar divididos,
pero se entienden perfectamente. Los separatistas apoyan las leyes que en
materia de educación, matrimonio, salud sexual y familia promulgan los
socialistas. Éstos y sus afines marxistas, apoyan al separatismo bien sea
cuando habla del derecho a decidir o cuando de sacar de las cárceles a los de
ETA se trata.
El bando contrario es el que no
está organizado. Y tendrá que organizarse si España ha de perdurar.
Analizando las causas de nuestra
derrota, hemos de concretarlas en que entre 1939 y 1975 España no fue capaz de
desprenderse de las adherencias de liberalismo que los años anteriores le
habían dejado. Aprendamos la lección todos los españoles. Y unámonos; pero para
no repetir los errores anteriores. Pues a todos nos interesa la salvación de la
Patria común.
Es la Sociedad la que está
oprimida por el estado. Es la Sociedad la que tiene que tomar impulso y
liberarse de la opresión.
Ciento cincuenta mil niños
asesinados antes de nacer cada año, un millón de familias que viven de la
caridad, miles de niños que las leyes de educación están pervirtiendo en las
escuelas, los jóvenes que tienen que abandonar España en busca de trabajo, nos
exigen la unión de todos los que queremos justicia y libertad. Justicia y
libertad que solo se podrán lograr con una Monarquía de verdad. Con una
Monarquía en la que el poder proceda de Dios.
No podemos contar con el
Ejército. No importa. Incluso es mejor. Porque no será la fuerza la que nos una
y dé la victoria, sino la verdad de nuestros principios. Pero un nuevo
Dieciocho de Julio nos espera bajo la bandera de Dios, Patria y Rey a todos los
que esperamos una Sociedad libre y justa.
Solo los tradicionalistas podremos levantar al pueblo Español, como lo hicimos en 5 guerras (incluyendo la realista de 1823) en defensa de la familia, de las libertades de los concejos, de las regiones, de la nación y de la religión.
ResponderEliminarCueste lo que cueste se hará.