por Carlos Ibáñez Quintana
El papa Francisco en su visita a la favela de Varginha (Brasil) Agência Brasil. CC Atribution Brazil 3.0 License |
Fe y bien común
50(......) No se trata sólo de
una solidez interior, una convicción firme del creyente; la fe ilumina también
las relaciones humanas, porque nace del amor y sigue la dinámica del amor de
Dios. El Dios digno de la fe construye para los hombres una ciudad fiable.
51(...) la luz de la fe se pone
al servicio concreto de la justicia del derecho y de la paz (.....) La luz de
la fe permite valorar la riqueza de las relaciones humanas, su capacidad de
mantenerse, de ser fiables, de enriquecer la vida común. La fe no aparta del
mundo ni es ajena de los afanes concretos de los hombres de nuestro tiempo. Sin
un amor fiable nada podría mantener verdaderamente unidos a los hombres
(......) Sí, la fe es un bien para todos, es un bien común; su luz no luce sólo
dentro de la Iglesia ni sirve únicamente para construir una ciudad eterna en el
más allá; nos ayuda a edificar nuestras sociedades, para que avancen hacia el
futuro con esperanza.
Luz para la vida en sociedad
54. (.....) la fe ilumina todas
las relaciones sociales. (....) En la “modernidad” se ha intentado construir la
fraternidad universal entre los hombre fundándola sobre la igualdad. Poco a
poco, sin embargo, hemos comprendido que esa fraternidad, sin referencia a un
Padre común como fundamente último, no logra subsistir.
(.....) Gracias a la fe hemos
descubierto la dignidad única de cada persona, que no era tan evidente en el
mundo antiguo (......) En el centro de la fe bíblica está el amor de Dios
(........) Cuando se oscurece esta realidad, falta el criterio para distinguir
lo que hace preciosa y única la vida del hombre. Éste pierde su puesto en el
universo (.......) renunciando a su responsabilidad moral, o bien pretende ser
árbitro absoluto, atribuyéndose un poder sin límites.
55. La fe (.....) nos enseña a
identificar formas de gobierno justas, reconociendo que el poder viene de Dios
para estar al servicio del bien común.
(....) Si hiciésemos desaparecer
la fe en Dios de nuestras ciudades, se debilitaría la confianza entre nosotros,
pues quedaríamos unidos sólo por el miedo, y la estabilidad estaría
comprometida. (.......) ¿Seremos en cambio nosotros los que tendremos reparo en
llamar a Dios nuestro Dios? ¿Seremos capaces de no confesarlo como tal en
nuestra vida pública, de no proponer la grandeza de la vida común que él hace
posible? La fe ilumina la vida en sociedad.......
Hemos sacado estos párrafos de la
Encíclica para que nuestros lectores comprueben cómo en la enseñanza de la
Iglesia sigue permanente el rechazo al liberalismo.
El Papa Francisco no emplea el
término “condenación”, pero rechaza las doctrinas erróneas en que se basa el
liberalismo. Ha abandonado el tono autoritario de los Pontífices que ostentaban
el poder temporal, pero emplea la misma contundencia en declarar funestas,
perjudiciales para el bien común, las doctrinas que nos impuso la Revolución y
que hoy tantos católicos nos quieren presentar como salvadoras. El Papa no
habla sólo desde la doctrina; se basa en la experiencia, cuando nos dice que la
fraternidad liberal, basada en la igualdad no logra subsistir.
En medios liberales que se
confiesan católicos, se insiste en que el liberalismo no es pecado. El Papa no
usa el término pecado, pero nos expone los males que sufre hoy la sociedad por
haberse apartado de Dios y nos increpa preguntando si seremos capaces de no
confesar a Dios en la vida pública.
¡Santo Padre! Los carlistas, como
hombres pecadores, tenemos muchos fallos. Pero seguimos confesando a Dios en la
vida pública. ¡Lo confesaron nuestros padres y lo confesaremos hasta que Él nos
lo permita!
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