por Eusebio Nuño
En la vida pública española hay
muchos males y uno, no menor, sino grave, es la mala presencia organizada de
los católicos en la vida pública, cuyos efectos lamentamos todos los días y no
sólo en política. De entre los males que lastran, perjudican, impiden, etc. la
adecuada presencia regeneradora, y la unidad de acción de los católicos, están
historietas viejas como esta del Yunque.
Tristemente, un servidor llegó a
proponer la recomendación hace unos años, desde una plataforma civil de
católicos de muchas realidades eclesiales, aprobada con el consenso y
compromiso de todos, el apoyo decidido a hazteoir (cuando aún estaba en
mantillas) para que cogiera vuelo como instrumento útil y dio acogida en medios
de comunicación a entidades surgidas de la acción de miembros del yunque. Tuve
por amigos a casi todos ellos y entendí que promover la unidad de acción
implicaba fomentar la amistad católica entre todos. A muchas tareas de algunos
de sus grupos de jóvenes ayudé, aconsejado por algún sacerdote amigo, en la
idea claretiana que tan viva llevo en mi interior, de amar a la Iglesia y
apoyar a todo lo bueno sea del grupo que sea siempre que cumpla con los
criterios elementales de eclesialidad. Abusaron de mi confianza y de mi
amistad. Nada me contaron y yo no quise escuchar a la voz interior que me
estaba avisando… Incluso maniobraron para ser los coordinadores de la primera
manifestación en defensa de la familia y contra los ataques a la Fe que se
estaba preparando. Yo quería creer en una nobleza, una rectitud, una franqueza,
que realmente no estaban presentes.
Todos sabemos que hay personas
que la conciencia la tienen un tanto deformada. También en la Iglesia. Y se
sienten tan tranquilos. Y además creen que hacen lo que deben y se ríen de los
que ellos consideran seres inferiores. Pueden mentirte, engañarte, espiarte,
montarte un matrimonio trampa, calumniarte, realizar montajes y otras lindezas
sin despeinarse considerando que si es por el Reino todo vale en una suerte de
nuevo pelagianismo, maquiavélico, en la que todo depende de una supuestamente
maravillosa estrategia sin tener en cuenta realmente cuál es la voluntad de
Dios, no sea que no coincida exactamente con la de ellos, que parecen saber
mejor que Dios lo que quiere el mismo Dios mientras pisotean sus sagrados
mandatos, y los hacen pisotear.
¿Puede haber órdenes militares,
mitad monjes, mitad soldados, adaptadas a los tiempos presentes? Pues claro, -
como bien señala el P. Iraburu en sus escritos de la Fundación Gratis Date
sobre católicos y política-, pero siempre que cumplan los criterios de
eclesialidad, se sometan a la autoridad eclesial y emitan votos o promesas
según reglas o constituciones aprobadas canónicamente y ante superiores que lo
sean en virtud del respeto al mandato eclesial. No en un remedo diabólico y
burlesco de una toma de hábito religioso y caballeresco. ¿Pues cómo puede ser
que se consideren auténticos caballeros
cristianos si no respetan ni la palabra a un amigo, tan falsa, ni sirven como
verdaderos devotos a Santa María? Y no quieren caerse del caballo encima. Ellos, sin conversión, ni harían caso a San
Bernardo ni podrían cantar con verdad “Non nobis Dómine, SED NOMINI TUO DA
GLORIAM”!!!
Como bien señala el himno
Akazistos de la Iglesia oriental, Santa María ayuda a poner en claro lo oscuro,
para que podamos mejor servir al Señor. Y quien no acepta recibir las gracias
de Dios en el tiempo de la Misericordia Divina se ha de enfrentar al cercano
tiempo de su Justicia.
Muchos no me quisieron escuchar. Veamos ahora,
con las evidencias:
Como hago desde hace diez años
aproximadamente, pecador como soy, pero rezo por la conversión de algunos de
mis hermanos, que sé que tienen un muy buen fondo pero están profundamente
equivocados, y para que este escollo para una adecuada presencia de católicos
en la vida pública se solucione. Que son unos cuantos y se agradece ir quitando
piedras, si son grandes, del camino.
Que Dios nos conceda a todos la
Conversión, cada uno a la medida de su necesidad, para recibir dignamente y
vivir con la mayor plenitud los dones y la luz del Espíritu Santo
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