Queridos amigos:
Pertenecíais a una familia carlista. Erais hijos, nietos o sobrinos de requetés que lucharon en la Cruzada. Algunos contabais con uno o más mártires en la familia. Llegó la democracia y os incorporasteis a Alianza Popular. Por ese camino llegasteis al PP. Lo hicisteis convencidos de que era el mejor modo de defender los ideales que se os habían inculcado en la familia. Era el mal menor.
Habéis dado la cara con lealtad a esos principios. La lealtad que vuestros mayores observaron para el Carlismo, la habéis aplicado a vuestro partido. Ello os ha ocasionado muchos inconvenientes. Sobre todo a los que vivís en los pueblos. En los pueblos habéis estado desamparados frente a los posibles ataques de la ETA. Algunos, como Iruretagoyena de Zarauz, han perdido la vida.
Pero, sin llegar a la agresión terrorista, vuestra vida ha estado llena de inconvenientes. Sigo pensando en los pueblos. En ellos predomina el PNV. El PNV no ha matado, pero en multitud de ocasiones has disculpado las acciones terroristas. No sólo el consabido “algo habrá hecho”. También el “colaboró con el franquismo”, “era muy exaltado”, “se significó mucho”, etc. Cuando no la consigna del “batzoki”: “no hay que hablar con ese”. Consigna que muy pocos desobedecen.
En una palabra: habéis sufrido por los ideales de Dios y España.
Ahora os encontráis con la podredumbre de vuestro partido: os ha traicionado en vuestros ideales. Ha doblado el espinazo frente al nacionalismo. Accede a la excarcelación de los etarras. Ha mantenido el divorcio, el aborto y el matrimonio homosexual. Esto último no sólo lo ha mantenido, como tolerancia, sino que lo ha asumido y puesto en práctica: En Vitoria se ha celebrado solemnemente una de esas nefandas uniones con la asistencia de la más alta autoridad del Partido.
Mientras dabais la cara y sufríais, el mismo partido ha montado mafias para el enriquecimiento ilegal de sus componentes. No tienen nada de extraño que de vosotros haya salido la voz de queja. Vuestra lealtad y sacrificio merecía otro comportamiento por parte de vuestros dirigentes. El desánimo entre vosotros es evidente. Sirvan estas líneas para consolaros. En efecto: vuestra actuación política no ha sido estéril. Vuestro fracaso ha sido una prueba evidente de que teníamos razón los que no nos dejamos engañar por el viejo cuento de “el mal menor” y hemos seguido firmes en nuestro Carlismo sin concesiones. Que no se olvide en lo sucesivo. Pero además tened en cuenta de que “ante Dios nunca serás héroe anónimo”. Seguramente que a la mayoría de vuestros correligionarios les sonará a música celestial, pero encierra una gran verdad, en la que siempre hemos creído los carlistas y ha sido nuestro consuelo en las adversidades.
Vuestros trabajos y sufrimientos, que sólo es capaz de soportarlos quien actúa movido por un interés superior (aunque lo haga equivocadamente), han de ser premiados por Dios. Y con largueza. En ello lleváis ventaja a quienes se han aprovechado de vuestra labor y hoy frecuentan los juzgados como imputados.
Si antes os equivocasteis al esperar en los hombres, en perjuicio de los ideales de siempre, vuestro testimonio de hoy puede compensar con creces vuestro error.
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