por Carlos Ibáñez Quintana
El número de Alfa y Omega correspondiente al 19 de noviembre
contiene un artículo, firmado por María Martínez López, referente al discurso
pronunciado por el Cardenal don Ricardo Blázquez, en la CVI Asamblea de la CEE.
En el mismo se le atribuye la frase “instituciones que nos hemos dado” con
referencia al sistema que nos gobierna.
Lamentamos discrepar de ello. Por lo que entonces vivimos y
por lo que se puede deducir de la lectura de la historia de los hechos, las
instituciones que tenemos nos las impuso don Juan Carlos, apoyado por las
potencias extranjeras, grupos económicos de presión y los residuos de un
régimen que habían sido incapaces de devolver al pueblo español sus auténticas
libertades. Nosotros, el pueblo, no hicimos más que votar lo que se nos dio ya
hecho. Nosotros votamos en contra. Los que lo hicieron a favor habían sido
engañados por los medios de comunicación de que disponían los que mandaban.
No habían sabido darnos nuestras libertades tradicionales y
nos dieron las falsas libertades de la Revolución. Así, en la patria de los
teólogos que en Trento defendieron el libre albedrío, en la España donde
nacieron los derechos humanos y el derecho internacional, hemos tenido que aceptar
como libertad los sueños de Rousseau.
Los católicos creemos lo que no vemos porque la Iglesia lo
enseña, pero como seres racionales, no podemos creer lo contrario de lo que
vemos. Y eso exige creer que la actual democracia nos la dimos los españoles y
que es garantía de libertades.
Recoge el artículo una lamentación del Cardenal por la
actitud anticatólica de ciertos grupos. Esa conducta es la que cabe esperar de
los enemigos de la Iglesia, en cuyas manos este sistema ha puesto el poder. Con
ellos tenemos que competir en el campo político. Pero ellos juegan con ventaja.
Ninguna moral les obliga. Pueden hacer trampas y las hacen.
Ya Ortega y Gasset pronunció en tiempos de la República su
famoso “no es eso”. Pues sí era eso. Porque no podía ser de otra forma. Y lo
mismo hoy; el que los enemigos de la Iglesia se esfuercen en hacerla
desaparecer es inevitable. Y lamentarse de ello es inútil.
La política no está incluida en las competencias de la
Jerarquía. Es materia para los seglares. Nuestra fidelidad a la Iglesia en
materias de Fe y Moral nos obliga a discrepar de algunas posturas de nuestros
Obispos. Lo hicimos en el pasado. Y los hechos nos dieron la razón.
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