lunes, noviembre 09, 2015
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Manifiesto Montserrat 2015

Hoy domingo, 8 de noviembre, estamos en vísperas de una de las primeras manifestaciones del hundimiento de un sistema que se ha venido a llamar la “Transición”. Y cómo advertía el carlismo hace décadas, esta transición sólo nos podía llevar al abismo. En la semana entrante, el Parlamento catalán debatirá y votará una resolución para consumar un proceso hacia la independencia de Cataluña. Esta es la cristalización de una ruptura institucional y una fractura social que los carlistas denunciábamos cuando todo el mundo nos llamaba ilusos y trasnochados. El embate secesionista será contenido momentáneamente cuando el gobierno central ponga en marcha sus resortes de poder. Pero el nacionalismo nunca se puede vencer así, pues ello retroalimentará el resentimiento y las ansias de separación. Preparémonos, pues vendrán oleadas cada vez más intensas y contundentes de retos independentistas. La fuerza del nacionalismo, inicialmente impulsado por la burguesía catalana, ha dejado paso a la Revolución que encarnan organizaciones como la CUP. La transición ha durado lo que duró el consenso que la permitió. Y hoy, este consenso ha muerto, como no podía ser menos. Estamos en las vísperas de la aparición de un nuevo “Régimen”.

El mal que vivimos no está en los efectos, el mal está en la causa. Y la raíz del drama que vive España es la Constitución. Esta es un papel mojado que algunos ilusos quieren usar como remedio para sanar el mal que ella misma ha provocado. La falta de una visión trascendente de la historia, convierte a los hombres en ciegos guiados por ciegos. El carlismo, que siempre –recogiendo la sabiduría popular- fue clarividente en sus vaticinios, ya anunció los males que sobrevendrían si se aprobaba la Constitución del 78. Por eso, a pesar de contar por aquél entonces con escasos medios, fue uno de los pocos movimientos políticos que solicitó el “No” en ese histórico Referéndum. Este posicionamiento causó escándalo entre conservadores y biempensantes recién reciclados en “demócratas de toda la vida”. Y hoy, estos mismos, son los que se lamentan de los efectos pero se atan a la causa de estos males como única tabla de salvación. Si la legitimidad y eficacia de una Carta Magna se sustenta en consensos humanos y efímeros, y no en principios perennes y trascendentes, entonces ese texto está muerto en origen y sólo puede crear podredumbre social.

Hace muchas décadas, durante el franquismo, en esta misma montaña, un gran dirigente carlista avisaba a los acomodaticios: “No os engañéis, ahora está Franco, pero si no se aplican los principios tradicionalistas, luego vendrá el comunismo”. Muchos se burlaron de estas palabras y le acusaron de visionario. Así, los que pensaban que todo estaba atado y bien atado, cayeron después en la trampa del consenso y la Constitución. Su inacción les llevó a confiarse, relajarse y ser moral, intelectual y políticamente derrotados sin posibilidad alguna de reacción. Cuando se dieron cuenta… ¡qué tarde era ya! Cuando se reían de las advertencias del carlismo, qué poco sospechaban que sus hijos o nietos algún día militarían en partidos independentistas como la CUP o marxistas como Podemos. Cuántas lágrimas de nuestros ancianos se derraman hoy en silencio viendo la deriva de sus descendientes y la muerte de su legado espiritual. ¡Cuántas tradiciones familiares truncadas por el canto de sirena de la democracia, el consenso, la Transición y la Constitución!

* * *
El carlismo, que rugió con las armas pero que nadie quiso escucharlo en la paz, consideró tan ilegítimo el régimen democrático surgido de la Transición, como el advenimiento de la II República. Representando la esencia de la tradición de la Españas, el legitimismo carlista se conjuró a derrocar, por todos los medios que fueran posibles, el régimen republicano; porque en él residía la semilla del odio a la Religión y Tradición de las Españas. Sólo ingenuos conservadores liberales, entre ellos los catalanistas de derechas, y democristianos recién llegados a la vida pública, saludaron la II República con alegría e ingenuidad. Creían, y eso afirmaban, que en la democracia republicana  se podrían mantener incólumes la religión y el bien común. Pero aquella solo trajo persecución y muerte. Cincuenta años después, sus herederos políticos, conservadores y democristianos, recibieron con la misma cándida ilusión la Transición.

Pero la realidad siempre se impone y la historia ha demostrado que fue legítimo el esfuerzo por resistir al adoctrinamiento y el totalitarismo democrático que quiso imponer la II República pues era la antesala de la Revolución Soviética. En este Mausoleo –sagrado osario- descansan los restos de muchos Requetés catalanes que combatieron contra la Revolución con un entusiasmo, entrega y generosidad, hoy inimaginables para muchos de nosotros. Igual que les sucedió a ellos, nadie puede escapar de su tiempo y lugar en la historia. Cada uno de nosotros, los aquí presentes y los que no están, irremisiblemente seremos demandados a un sacrificio por nuestro Dios y por nuestra Patria. Y es hora de preguntarse… ¿acaso la divina Providencia no demandará a algunos, o muchos, que ofrenden sus vidas por estos ideales?

* * *

Cuántos de los que yacen en este Mausoleo, podrían haber salvado sus vidas si se hubieran quedado en el exilio en vez de regresar a su Patria para alistarse al Tercio. Cuántos, humanamente hablando, les hubiera gustado tener una vida normal y pacífica. Pero nadie de nosotros somos dueños de nuestra vida ni de la historia. Dios dispone los tiempos y las pruebas. Y ante la inminente adversidad,  ¡qué gracia será poder aceptar la voluntad de Dios y no rehuir de nuestra responsabilidad! El carlismo no puede pretender que todos los catalanes de buena voluntad militen en sus filas o reconozcan su ideario político. Pero sí somos conscientes que somos una de las pocas luces que aún alumbran en tan inmensa oscuridad que se cierne sobre España.

Desde esta sagrada montaña, trono de la Virgen de Montserrat, frente a este Mausoleo, piedra angular de la Tradición regada con sangre catalana, nos conjuramos como hicieron nuestros antepasados, a poner todos los medios al servicio de la nobilísima causa de devolver a España su dignidad y su ser. Y si alguien nos acusa de pretenciosos, le responderemos con aquellas últimas estrofas de la letra original del Cant dels Segadors:

On es vostre capità?
On és vostre bandera?-
Varen treure el bon Jesús
Tot cobert amb un vel negre:
-Aquí és nostre capità,
aquesta es nostre bandera.-
A les armes catalans,
Que ens ha declarat la guerra!
¡Carlistas, catalanes! ¡A vencer o a morir!

¡VIVA CRISTO REY! ¡VISCA LA CATALUNYA HISPANA! ¡LOOR Y GLORIA A LOS MÁRTIRES!

Junta de la Comunión Tradicionalista Carlista del Principado de Cataluña
Montserrat, 8 de noviembre de 2015.




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