por Nicolás Pastor
1.- Ante todo, cuéntanos. ¿Cómo fue tu infancia? Mi infancia la considero normal. Nací en Gerona el 13 de febrero de 1996, en una acogedora clínica de la misma ciudad. Fui bautizado al poco. En mi tierra es tradición poner en el bautismo tres nombres de Santos para que intercedan por ti, a mí me pusieron como titular a San José y los dos nombres de mis abuelos, Pedro y Mariano. Crecí rodeado de mis hermanos y mis padres en una acogedora casa de Cassà de la Selva, un pueblecito a 15 quilómetros al sur de Gerona. Fui educado en la doctrina católica desde mi más tierna edad. El rezo del Rosario y la Misa Dominical eran importantísimos en casa. Con mi familia escuchábamos muchas veces que por el pueblo nos llamaban “los Frigola”, pues como mi madre es del pueblo nos conocen más por nuestro apellido materno. Cuando en cambio, íbamos los fines de semana a Barcelona, nos conocían como “los Ortiz”, pues es dónde vivía mi padre. Estudié toda la educación obligatoria en el colegio La Salle de mi pueblo y el bachiller lo hice en el colegio Corazón Inmaculado de María, en Sentmenat, que rigen los misioneros de Cristo Rey (el segundo curso ya como hermano). Toda la escolarización la recuerdo con gran agrado, pues uno de los muchos regalos que Dios me ha dado son las incalculables personas que me han ido situando en mi camino. Finalmente, al terminar las PAU, el P. Antonio Turú, mCR, me dijo que en lugar de estudiar una carrera que prefería enviarme aquí, a Perú, para que me formara en la casa que tenemos en Chosica. Así que heme aquí.
2.- ¿Siempre viviste en un ambiente católico? Gracias a Dios sí.
Mis padres, abuelos, tíos y primos han tenido siempre claro que la fe es algo
mucho más importante que cualquier otra cosa que el mundo pueda ofrecer. Este
mundo pasa, mas el alma tiene vida eterna, y depende de nosotros el vivir en
plena felicidad al lado de Dios o en eterna condenación. Por ello, mi familia
siempre ha velado por mi formación, llevándome al Patronato de la Juventud de
San Pedro Claver, a la Unión Seglar de San Antonio Mª Claret, a las Jornadas de
la Unidad Católica de España, entre otros, para que poco a poco fuese
instruyéndome tanto humanamente como espiritualmente.
3.- ¿De qué forma han influido la Unión Seglar y la Sociedad Misionera
de Cristo Rey en tu formación religiosa? Pues han sido una de las grandes
bases en las que he crecido. Cierto es que la distancia ha hecho que mi
formación diaria haya sido en el
Patronato, pero mis padres, en especial mi padre, son hijos de la Unión Seglar,
conocieron al P. Alba y en todo momento nos han educado a mis hermanos y a un
servidor con el espíritu ignaciano que gira entorno de la Unión Seglar y mi
Sociedad Misionera de Cristo Rey. Pocas veces asistía a los actos de la Unión
Seglar. Regularmente asistía a los retiros, cenáculos y campamentos. No
obstante, llegó un momento, en 2010, en que en el cenáculo de mayo, Marcos Vera,
presidente de los Jóvenes de San José, vino y me invitó a asistir a una de las
actividades de apostolado de la Unión Seglar que se dedica a la beneficencia de
los pobres en las calles de Barcelona. Esto supuso mi total integración en la
Unión Seglar. Desde entonces, ya no era mi padre quien me llevaba, sino yo
personalmente quien quería ir. Por el hecho de depender la Unión Seglar de la
Sociedad Misionera, se sobrentiende que los misioneros también hacían mucho.
4.- ¿A qué edad surgieron tus primeras inquietudes en cuanto a Dios?
¿Cómo descubriste tu vocación? Sinceramente no sé responder a esta pregunta que mucha
gente me hace. Lo único que recuerdo es que de pequeño escuché que alguien
decía que hacían falta sacerdotes, y pensé que si hacían falta, yo sería uno de
ellos. En multitud de ocasiones el P. Manuel Martínez Cano, mCR me dio pequeños
folletos en los que se explicaba qué es la vocación, pero, si te tengo que ser
sincero… no soy muy asiduo a la lectura y creo no llegué a leer ninguno.
Tampoco me hacía mucha falta, porque desde pequeño ya tenía clarísimo que Dios
quería hacer de mí su sacerdote. Mi hermana mayor a veces me recuerda que de
pequeño también decía que quería ser carpintero como San José (siempre me han
gustado los trabajos manuales). Siempre, al volver del colegio, paraba delante
una carpintería que me venía de camino a ver al señor trabajar, a oler el aroma
de madera recién cortada… Ahora, cuando pienso en ello, no se me ocurre otra
cosa que el ser carpintero de almas, darles la forma más bella posible,
quitando todo resquicio de imperfección.
5.- Desde entonces, tu vida debe haber cambiado muchísimo. No
demasiado… vaya, para nada. Los sacerdotes no son bichos raros. Son simplemente
personas que se dan del todo a Dios. Mi familia siempre me dice que de pequeño
tenía una cara de pillo que no se me aguantaba, y aún hoy que la gente me dice que estoy un poco loco, porque hago
tonterías (me gusta hacer reír), pero eso no me impide ser seminarista. Lo
importante es no pecar. Si no ofendemos a Dios, se puede hacer cualquier cosa.
Yo viví una infancia increíble, pese a saber tanto mis padres como mis hermanos
cual era mi determinación. Nunca me miraron distinto. Hice siempre lo mismo que
ellos y ya está. Si acaso fue un poco distinto en el colegio. El mundo de hoy
no lo quiere entender. No comprende cómo un joven renuncie a “toda una vida”.
Yo, en cambio, siempre fui un amigo, sin impedirme la vocación tener “buen
rollo” con mis compañeros. Al preguntarme siempre respondía con una sonrisa en
la cara, y con el tiempo incluso me llegaron a decir que yo les casaría algún
día.
6.- Ahora estás en Perú. ¿Qué te ha llevado hasta allí? La
obediencia. Al entrar en la Sociedad Misionera libremente sometí mi persona al
superior, que determinó enviarme aquí para que me formara mejor como misionero
de Cristo Rey. En un principio me lo tomé un poco a malas, porque me daba miedo
el cambio de vida, ir entre gente que ni conocía, con costumbres distintas…
pero ahora lo agradezco.
7.- ¿En qué se concreta tu labor misionera? Ahora mismo en mi vida
de piedad, mi formación humana e intelectual y en la catequesis a niños los
sábados. Yo no he venido aquí a misionar Perú, sino para misionarme a mí mismo.
Es importantísimo que los seminaristas
nos formemos bien, porque un día nosotros tendremos que enseñar a otros, y no
se puede dar lo que no se tiene. Siempre hay excepciones, como acompañar a
algún padre a alguna misión, ir a acolitar o a cantar con el coro en alguna
Misa, pero el horario tipo es estudio, oración y catequesis.
8.- Ser seminarista y misionero en un país de ultramar. Has cruzado
todo un océano. ¿Añoras a tu familia? ¡Claro que la añoro! ¡Faltaría más!
El amor de unos padres que te quieren como a su más preciado regalo es
imposible de olvidar. No obstante, sin dejar de quererlos, deseo amarlos en
Cristo. La primera vez que - una vez llegué a tierras hispanoamericanas- hablé
por teléfono con mi familia, se puso al teléfono mi hermanita y me dijo con voz
dulcísima y melancolísima: “José… ¿cuándo volverás?”. Claro… como comprenderás…
se me hizo un nudo en el estómago que me duró un poquito. Ahora bien, si pienso
en el por qué estoy aquí, prefiero padecer un poquito por Cristo: “El que por
mí deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre, mujer, hijos o tierras,
recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna.” (Mt 19,29)
9.- ¿Y a tu Patria? Por supuesto. Mis padres siempre me han
transmitido el amor, respeto y veneración a la Patria que Dios me ha regalado.
Además… ¡qué regalo! Siempre me he enorgullecido de ser español y aquí en Perú
todo el mundo nos conoce -a mis hermanos españoles y a mí- como los
españolitos. Me duele cuando hablan mal de ella peruanos que tienen una mala concepción
de la evangelización, que por desgracia es algo bastante usual por aquí… En
fin, que sí.
10.- ¿Qué queda de España en el Perú? Pues para empezar lo que
España vino a traer, la fe. La gente entiende mal el papel de España en América
porque no vive una vida de piedad como Dios manda. No obstante, la España en la
que no se ponía el sol buscaba en todo momento que no hubiese fronteras para
Cristo. Prueba de ello son todas las Reales Cédulas que los Reyes redactaron. Hoy
si hay fe en Perú es gracias a la España. Además, también existen muchas partes
de la cultura española, como es la lengua, con toques divertidos como el no
tener ni un sonido de zeta en su abecedario, que da el encanto de las
tradiciones propias de cada tierra.
11.- España, que por vocación fue “evangelizadora de medio orbe”, hoy
se encuentra sumida en un proceso de secularización. ¿Qué papel crees que tiene
que tomar un sacerdote en esta situación? Pues evidentemente la de aprender
cuál es el verdadero sentido de ser sacerdote y cuál es la vocación de España.
Mi superior, el P. Miguel Acosta, mCR, en varias ocasiones me ha dicho que lo
que queda de católico en España es la verdadera España. Como decía Torres i Bages:
“Catalunya serà cristiana o no serà”. Esto mismo no tiene sentido si la misma
España no es cristiana. Yo amo la España Católica de mis abuelos, que al grito
de “¡Viva Cristo Rey!” defendían donde fuese la fe. Un sacerdote español tiene
que tener en el corazón cuál es el recto gobierno de la patria según la
doctrina social de la Iglesia, teniendo como fin la instauración del Reinado
Social de Cristo por el que trabajaron muchos reyes y gobernantes y que su
anhelo tiene que ser constantemente y en todo lugar la salvación de las almas.
Esto no es algo de nuestros días, sino lo que siempre ha sido. No tiene por qué
cambiar hoy.
12.- Mayoritariamente nos encontramos con una juventud privada de
espiritualidad y moral cristiana. De tu experiencia en España, ¿existe otra
juventud, una juventud alternativa? Claro. No está todo perdido. Yo conozco
jóvenes de Madrid, de Valencia, mis mismos compañeros de la Unión Seglar… que
viven aún la vida de piedad que les infunde un sano patriotismo. Son aquellos
jóvenes que han recibido una sana formación, de modo que no tienen la cabeza
carcomida por las ideas condenadas por
la Iglesia, tales como el modernismo, el comunismo y el liberalismo. Aún
estamos a tiempo de salvar a la España de nuestros padres si todos nos
concienciamos en que proteger la fe y la memoria histórica de nuestra patria
son los bastiones principales de nuestra defensa.
13.- Ahora Información es una
revista de opinión carlista leída por muchos jóvenes. ¿Qué deberían hacer si
algún día Dios les llama y les despierta inquietudes hacia el sacerdocio? Para
empezar no hacernos los sordos. Dios llama a muchos. Otra cosa es que éstos
tengan el valor necesario de decir que sí. Como decía San Juan Pablo II: “No
tengáis miedo de abrir las puertas a Cristo”. En segundo lugar, no comentárselo
más que a las personas de estrecha confianza, porque, como reza el dicho:
“Vocación sabida, vocación perdida”. El mundo si se entera que tenemos un
sacerdote en potencia que puede ser un estorbo, hará lo que sea necesario para
que esta posible vocación desaparezca. Por último, intentar crecer en la vida
de oración, porque si realmente esta llamada viene de Dios, entonces estará
necesariamente dirigida a crecer en la vida de unión con él. Si poco a poco se
crece, entonces buena señal.
14.- Desde Perú. ¿Nos dedicarías algunas palabras para España? Sí,
una súplica. Por favor, si de vez en cuando pueden apartarse un poquito del
bullicio del mundo y rezar un poquito por los seminaristas que se están
preparando, pues que lo hagan, porque hace mucha falta. No lo pido yo, sino el
mismo Jesucristo: “Pedid al Señor de la mies que envíe trabajadores a ella.” No
es un juego. La salvación y la gloria de nuestra España dependen de ello.
Muchas gracias hermano Ortiz por dedicarnos un poquito de tu tiempo y concedernos esta magnífica e interesante entrevista.
Tu testimonio es una forma muy necesaria de apostolado para nuestros jóvenes. Desde
España, en Cristo, teniéndote a ti y a los demás hermanos de la sociedad
Misionera de Cristo Rey presentes en nuestras oraciones nos despedimos. Un
abrazo en el Señor.
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