por Carlos Ibáñez Quintana
Foto: Falconaumanni. CC 3.0. |
Esta es la situación después de
las elecciones generales del 20 de diciembre de 2015. A finales de enero de
2016 no se ha podido formar gobierno. Y, lo que es peor, ni siquiera vemos la
posibilidad de ello.
Esto ocurre por el propio
carácter del Parlamento. Si un partido obtiene la mayoría absoluta se puede
formar gobierno inmediatamente. Pero con ello tenemos un parlamento absoluto,
que gobierna sin límite de ninguna clase. Y puede promulgar, como de hecho ya
ha ocurrido con los gobiernos socialistas, las leyes más absurdas e injustas.
En otras ocasiones, cuando no se
da la mayoría absoluta, se llega a un acuerdo con otros partidos para conseguir
su apoyo. Se produce una mayoría absoluta con un poder más limitado. Pero,
dentro de esos límites, el gobierno que se forma obtendrá la aprobación del
parlamento para todas sus leyes.
Y esto ocurre porque en las
elecciones generales no elegimos a quien nos ha de representar, sino a quien
nos ha de gobernar. Se dice y repite que el parlamento representa al pueblo. Y
eso es una flagrante mentira: el parlamento gobierna. Y si gobierna no
representa.
Es mucho más importante elegir a
quien represente nuestras necesidades e intereses ante el poder, que elegir a
quien nos ha de gobernar. Podríamos decir que elegir a quien nos ha de gobernar
no tiene interés alguno; o que tiene muy poco. Sea uno o sea otro, el
gobernante siempre es un hombre con capacidades limitadas que, suponiéndole las
mejores intenciones, tiene su acción limitada por las posibilidades.
En el sistema actual no elegimos
a quien nos representa. Porque representarnos supondría exponer nuestras
necesidades y aspiraciones al gobernante. Repetimos: elegimos a quien nos ha de
gobernar. Y nos va a gobernar sin limitación de ninguna clase.
En un sistema en que los elegidos
son representantes, no es ningún inconveniente que profesen las ideas más
dispares. En el hemiciclo las expondrán y el gobierno las atenderá si ello es
posible.
En el actual ha surgido el
conflicto tan pronto no ha sido posible lograr un parlamento con los poderes
absolutos que da la mayoría absoluta. Y como lo que se disputa es el poder. No
hay arreglo posible. Porque, y esto no hay que olvidarlo, aunque venga después,
el poder es muy goloso.
Lo decimos una vez más, para los
españoles que desean lo mejor para todos: necesitamos un Rey que gobierne y
unas Cortes que representen a la sociedad en su conjunto. Necesitamos algo
diferente de lo que tenemos. Porque lo que tenemos ha dado lugar a una España
ingobernable. Con los consiguientes problemas, de los cuales el económico es
muy importante. Porque el hombre no solo vive de pan, pero sin pan no puede
vivir.
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