por Javier Garisoain
Lo que ha sucedido en París este
viernes no ha sido terrorismo. Empeñarse en hablar de terrorismo en el caso de
los atentados yihadistas no deja de ser una forma de minusvalorar el problema.
Ha sido una auténtica acción de guerra. No puede calificarse de otro modo una
intervención de comando, instigada por un "estado" extranjero, cuyo
resultado ha sido similar al que hubiera tenido un bombardeo. Estoy
absolutamente en contra del terrorismo pues me parece guerra sucia. Estoy
especialmente en contra del indiscriminado y por la misma razón también estoy
en contra de los bombardeos. Así que dejémonos de eufemismos. Esto es una
guerra. Sucia, como no puede ser de otra forma cuando ya no hay caballeros.
Es una guerra entre los fanáticos
de una religión falsa y unos gobernantes que dicen que la religión no importa.
Estos despertaron a la bestia con la primera guerra de Irak, aquella de las
famosas "armas de destrucción masiva" que nunca llegaron a aparecer,
aquella que trató de evitar San Juan Pablo II, aquella a la que respondíamos
los carlistas diciendo "Guerra no... aborto tampoco". Y lo han hecho
muy mal desde entonces. Han desestabilizado una decena de países musulmanes
posibilitando la llegada al poder de los islamistas radicales que se han
impuesto a las masas moderadas. Han llenado Europa de mahometanos a conciencia,
para que dejara de ser este continente un conglomerado de reinos cristianos,
buscando un pluralismo que en teoría iba a facilitarles la manipulación de las
masas desarraigadas pero que puede que se les haya ido de las manos. O no.
Liberales radicales, llevan mucho tiempo diciéndonos que la religión no
importa, que en el mejor de los casos la moral es un asunto para la conciencia
individual, que las leyes son otra cosa. Nos piden demasiado a los creyentes.
Nos piden que actuemos como si el motor de nuestra vida fuera el aditamento
menos importante de todos. Y por eso al final se están encontrando sin
moralidad y sin legalidad y enzarzados en una guerra absolutamente
imprevisible.
Ahora, ante actos de guerra como
la última batalla de París se levantan con ira para ejecutar su venganza contra
los nuevos almohades del E.I. Pero esto no son Las Navas de Tolosa ni Lepanto.
Los gobiernos de la OTAN no van a lanzar una cruzada en defensa de la fe
cristiana sino de su nihilismo y su relativismo. Hasta es posible -ojo- que
traten de manipular a la Iglesia desempolvando cruces y discursos
pseudorreligiosos como acaban de hacer en la catedral de Notre-Dame, como hizo
el tirano Stalin cuando necesitaba hablar de la Santa Rusia en sus arengas.
Si acaban con los yijadistas me
alegraré pero seguiré en guardia, vigilante contra el Nuevo Orden Mundial y sus
corifeos porque sé que los ideólogos progres no odian a Mahoma -que está
muerto- sino a Jesucristo -que vive-.
Celia Esther Scaiola. Excelente comentario. Comparto.
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