por Javier Garisoain
“Diabolos”, diablo en griego, es
algo así como el que divide, el que separa, el que enemista, el que encizaña,
el que malmete, el que crea discordia. Si quieres hacer algo digno de los hijos
de la luz procura siempre elegir las acciones que lleven a la unión, la armonía
y el entendimiento. Prefiere en cada ocasión el puente que la zanja, el camino
que la trinchera, la comunión que el partido. Que nunca seas culpable de la
separación ni cómplice del separatismo. Tiende la mano, de corazón, cada vez
que detectes el veneno de la discordia o del divorcio o de la interrupción.
Somos seres comunitarios, relacionales, y no sobrevivimos mucho tiempo sin
vínculos. La ruptura con los otros, y más cuando es con el prójimo, es lo
contrario del saludo, la caricia, el beso y el abrazo. Nunca libera, de la
misma forma que tampoco lo hace la amputación del brazo. Al revés: el
ensimismamiento ata, esclaviza, cosifica a los demás. Ese es el campo de juego
del diablo, un terreno abonado para la discordia, la división y el fracaso.
Es preciso aclarar, una vez más,
que unir no tiene nada que ver con uniformizar sino que, por el contrario,
consiste en yuxtaponer -con orden- cosas que pueden ser muy diferentes entre
ellas. Unir no es lo mismo que mezclar. Construir no es lo mismo que amontonar.
En el mundo de las ideologías matemáticas no es posible sumar peras con
manzanas. En la vida real sí que lo es. Todo proyecto de unidad, si se hace con
el respeto debido a los sumandos, es bueno en sí mismo, contribuye al bien
común, nos hace más humanos. Y aleja a los diablos.
Fuente |
Los artículos de Javier Garisoain Otero son publicados bimestralmente en la sección "¡Que alguien haga algo!", de AHORA INFORMACIÓN.
Este artículo corresponde al número 136, dedicado al Regionalismo.
Me parece muy bien hay que unir no dividir, saludos en Cristo Rey.
ResponderEliminar