por David Calavia
En su último libro el escritor
Manuel Martorell sostiene como tesis principal la posibilidad de haber
solucionado los desafíos planteados por los separatismos vasco y catalán en el
caso de que Franco hubiese optado por elegir como sucesor suyo al frente de la
jefatura del Estado a Carlos Hugo de Borbón y su opción “federalista”, en vez
de Juan Carlos de Borbón. Si bien es cierto que el carlismo siempre ha
defendido la vía foral para la vertebración de España, ésta puede coincidir en
algunos puntos pero no es simétrica al federalismo carloshugista.
Además el autor olvida que el
federalismo carloshugista no solo encierra una forma de organizar
territorialmente la nación, sino que incluye un barniz cripto-marxista bajo la fórmula de “socialismo
autogestionario” anejo e inseparable a su propuesta federalista. Precisamente
no es casual que la masonería, el liberalismo y la extrema izquierda hayan
defendido desde el siglo XIX la vía “federal” y no la foral para vertebrar
territorialmente España. Por otra parte, el sistema de organización territorial
implantado en España durante la etapa juancarlista denominado “Estado
Autonómico” en realidad es un sistema cuasi federal encubierto.
Presentación de Carlos Hugo en Montejurra en 1957,
fotografía que ilustra la portada del último libro de Manuel Martorell
La verdad es que resulta un tanto
infantil y panfilista considerar que los nacionalismos periféricos vasco, catalán,
gallego y algún otro todavía hoy marginales como el asturiano, aragonés,
extremeño, leones o andaluz, por el mero hecho de organizar territorialmente
España bajo el sistema federal vayan a abandonar sus reivindicaciones
independentistas. Los nacionalismos periféricos o separatismos nunca van a
abandonar su fin último; la independencia. Con un Estado central, autonómico,
foral, federal, cuasi federal o semipensionista, jamás abandonarán sus
objetivos últimos, y sino que se lo pregunten a Sabino Arana allá donde éste, a
Arzalluz, Pujol, Otegui, Mas, Junqueras, Piqué, Guardiola y compañía. El odio a
España unido al interés meramente económico y la corrupción y no la forma de
organización del Estado es lo que subyace en la ideología separatista.
La organización territorial del
Estado debe acometerse con independencia de las reivindicaciones de los
partidos y organizaciones separatistas, las cuales nunca se verán colmadas
salvo con la cesión completa a su objetivo último, que no es otro que la “ruptura
y separación completa de la madre patria”. De sobra es conocido que el carlismo
siempre ha defendido la vía foral como fórmula de vertebración territorial de España,
casi doscientos años de lucha lo atestiguan.
La única forma de solucionar el
reto político que suponen los separatismos no es otro que a través de la
“batalla de las ideas”, es decir, la educación y la cultura, así como desde el
terreno económico e incluso judicial. Tan acostumbrados nos tienen los
separatistas al adoctrinamiento mas burdo como al bochornoso espectáculo de los
cargos públicos separatistas saltándose la ley, tan de moda últimamente en
tierras catalanas. Al fin de cuentas, con los “recursos” económicos e institucionales
de “todos” llevan cuarenta años adoctrinando a las poblaciones de determinados
territorios contra sus hermanos y contra la madre patria, con la complicidad
por acción o por omisión de quienes deberían hacer algo tan sencillo como
imponer legal y judicialmente la aplicación de las leyes que ellos mismos
aprueban con sus “mayorías” en las Cortes Generales.
Por último, resulta cuanto menos
llamativo el intento cada vez mayor por parte de escritores e intelectuales
afectos al sistema de rehabilitar la figura de Carlos Hugo y su “federalismo
socialista autogestionario”. La realidad acaba superando la ficción, por lo
que, no sería de extrañar, a la luz de los acontecimientos, que sea
precisamente durante el “reinado” de Felipe VI se acabe implantando en España
en un futuro no muy lejano una monarquía “federal
(que no foral), socialista y
autogestionaria”, con la inestimable ayuda de los neomarxistas con coleta
que piden paso a sus mentores neoliberales, los cuales, llevan cuarenta años
abonando el terreno para que al final el sueño carloshugista se haga realidad.
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