por Carlos Ibáñez Quintana
Conviene recordar y aclarar un
concepto que es fundamental en la doctrina tradicionalista: Dios no designa los
gobernantes, es la sociedad la que lo hace. El poder de Dios se concreta en la
persona designada. De modo que los votos determinan quien, pero no dan poder,
que viene de Dios. Esta es la doctrina que León XIII expuso en la Encíclica
“Libertas”.
Los carlistas nos hemos mantenido
fieles a una Dinastía que venía designada por las leyes sucesorias de España. Y hemos obedecido a nuestros Reyes
conscientes de que habían recibido el poder de Dios.
La orfandad de monarca nos obligó
a organizarnos en 1986 y dotarnos de un órgano de autoridad: la Junta de
Gobierno. Acordamos el procedimiento de su elección. Pero con nuestros votos no
otorgamos el poder a la misma. No podemos dar lo que no tenemos. El poder viene
de Dios sobre las personas que hemos designado con nuestros votos.
Una vez que hemos decidido
integrarnos en la CTC para trabajara por el Reinado Social de Cristo en España,
estamos obligados a obedecer a la Junta que hemos elegido. Y es una obligación
que tenemos ante Dios. Si no lo aceptamos así es que mentimos al proclamarnos
carlistas.
Cuando el gobernante se excede en
sus funciones y manda algo que va contra la doctrina en que se basa su derecho
a gobernar, cabe el recurso al “se obedece pero no se cumple”. En nuestra
historia se han dado muchos casos. Pero en el cuarto de siglo que la CTC existe
no se ha dado ningún caso en que esa postura de desobediencia estuviera
justificada. Ha habido decisiones equivocadas. Pero todas ellas han sido
motivadas por un deseo de servir mejor a la Causa.
Además, el desempeño de los
cargos supone numerosos sacrificios para quienes forman parte de la Junta de
Gobierno y de las demás Juntas de la Comunión. La desobediencia a sus mandatos
supone cargar más aún esos sacrificios.
En el fondo de toda desobediencia
yace la soberbia. El ponerse a sí mismo por encima de los demás. Es una
reproducción del pecado del Paraíso. Es hacer lo mismo que los liberales. Pero
con la diferencia a favor de éstos, que ellos lo proclaman como doctrina
mientras que nosotros proclamamos lo contrario y hacemos lo mismo que ellos.
Un mayor cuidado en obedecer a
los cargos de la Comunión nos hará más carlistas en nuestra conducta y más
eficaces como organización.
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