por “Comunidad de Servidores del Evangelio” en Ucrania
Kiev. 25 de enero de 2014
Saludos desde Kiev y Nizhyn
Muchas personas nos han ido preguntando con preocupación
qué está pasando en Ucrania y cómo esto influye en el día a día aquí. Por eso,
hemos escrito esta crónica de la revolución vivida desde Ucrania misma.
Lo primero de todo es que aunque ha habido
concentraciones en diferentes ciudades del país, el foco importante es Kiev y en
concreto una zona del centro de una distancia
muy pequeña: un kilómetro como mucho. En el resto de la ciudad la
situación es de normalidad hasta ahora. Esa zona del centro es un lugar
emblemático. Se trata de la Plaza de la independencia y de la calle que la
atraviesa. Muy cerca está la Iglesia principal católica: San Alejandro. Fue el
escenario de la revolución naranja en el 2004, la zona para los hinchas de
fútbol pobres que no podían ir al estadio durante la última Eurocopa del 2012.
Nosotras fuimos de ese tipo de hinchas y nos dimos cita con otros jóvenes allí
en varias ocasiones.
Todo empezó cuando el presidente, ante el endeudamiento
del país, pidió ayuda económica a la Unión europea. Lo hizo así porque tenía
fuertes deudas con Rusia. Eso parecía significar un camino hacia la unión
europea. La gente se ilusionó. No porque pensasen que sería un camino de
progreso facilón y rápido, sino porque veían esto como la solución a dos
grandes problemas: sentirse guiados por oligarcas que no tienen ningún escrúpulo
ante la corrupción y, por otra parte, esto les dejaría libres de la injerencia
continua de Rusia que no les deja disfrutar de sus veintitrés años de
independencia.
A finales de noviembre, cuando los papeles y los
bolígrafos estaban listos para la firma del presidente, éste sin dar ninguna
explicación se echó atrás. La prensa admitió que días antes le había llamado
Putin por teléfono. La gente se enfadó y salió a la calle. Fue un impulso
popular, no salieron personas por estar afiliadas a un partido político. La
cifra de esas primeras manifestaciones fue alta. Esto era un indicador de que
los ucranianos volvían a tener esperanza y a querer luchar. En la revolución
naranja salieron multitudes. Pero los líderes, después en el gobierno, lo
hicieron todo tan mal, que no quedaron ánimos para nada y a cualquier
manifestación a partir de entonces acababan yendo cuatro gatos. Esta vez, es
verdad que se arrancó sin el ímpetu del 2004 y no se atisbaba que fuera a tener
muchas consecuencias.
Mientras tanto, el presidente se fue al Kremlin y a China
y vino contento diciendo que Rusia le hacía un préstamo cuantioso. Claro, que
esto no era ningún motivo de alegría para nadie. Algunos jóvenes decidieron en
señal de protesta permanecer en la plaza (Maidan). El último fin de semana de
noviembre llegó la policía por la noche y quiso echar a todos los que estaban
porque había que montar en la plaza el árbol de Navidad. Algunos jóvenes
resultaron heridos. Esto fue la chispa para que la revolución siguiera
adelante. El domingo por la mañana a las doce se hizo una concentración
multitudinaria repeliendo la actuación del gobierno. La ciudad se llenó de
gente con cintas con la bandera de Ucrania en el brazo o en el bolso. Los
líderes de la oposición empezaron a alentar a la gente: Todos juntos, sin pedir
los votos para su partido. También acudieron representantes de las diferentes
Iglesias, especialmente los ortodoxos del patriarcado de Kiev y los
grecocatólicos que tiene un espíritu más nacionalista. Hubo algunos altercados que salieron en la
televisión. Estos no fueron en Maidan y dicen que los provocaron personas
pagadas por el mismo gobierno para acusar a los revolucionarios y tener un
pretexto para actuar con mano dura.
Día tras día Maidan se transformó. Se convirtió en una
especie de aldea-campamento con tiendas de campaña donde la gente dormía, una
zona donde cocinaban para los que pernoctaban allí, un escenario, baños, un
lugar donde se recogía comida, bidones para hacer fuego con bancos improvisados
para sentarse alrededor a calentarse... Este campamento está flanqueado por
varias barricadas. El ocho de diciembre nevó mucho y llenaron de nieve cientos
de sacos, pensando que ya tenían barricada para varios meses, alrededor
colocaron alambradas. Pero este año se deshizo la nieve y las barricadas
bajaron de altura. Nadie se amedrantó.
Había una pequeña entrada por las barricadas con un
rótulo: Bienvenidos a la Ucrania libre. El ambiente dentro era lúdico, la gente
estaba feliz. Se rezaba mucho. Grecocatólicos y ortodoxos celebraron allí
misas, algunos sacerdotes salían al escenario a hablar a la gente. En una de
las barricadas hay un precioso icono de la Virgen. Hay otro en el escenario y
también en una de las tiendas de campaña se hizo un oratorio. Acudían políticos
y grupos de música a dar conciertos. Muchos estaban allí todo el tiempo, los
que trabajaban acudían después del trabajo. La gente llegaba cansada, pasaba
frío, mucho frío, pero quería luchar pacíficamente. Ha habido, sí, momentos de
desánimo porque no veían que el gobierno diera ni un solo pasito para
escucharles. También porque les da mucha inseguridad que no haya un líder que
encabece esta lucha y que sepa orientarlos.
Estando en Maidan sentíamos que descubríamos al pueblo
ucraniano, un pueblo que en los seis años de nuestra fundación nos ha parecido
sufrido, resignado, sin creer en sí mismo y que ahora nos dejaba ver su
capacidad de organizarse, de trabajar en común, de alegría, de iniciativa y que son un pueblo profundamente creyente.
Conocemos a mucha gente que ha puesto allí todo su empeño,
que ha ido cada vez que ha podido. También hay muchos que no ven la necesidad
de todo ese tinglado y que no creen que los que están allí no sean gente pagada
por algunos políticos.
Desde este domingo los hechos han dado un giro dramático.
A mediados de la semana pasada el gobierno aprobó un conjunto de medidas contra
la libre expresión: Se podía ir a la cárcel por mandar mensajes por móvil o
internet en contra del gobierno, se dio inmunidad a la policía, se prohíbe a
las organizaciones extranjeras recibir ayudas desde fuera por si son utilizadas
para apoyar a los revolucionarios o el uso de escenarios para fines políticos
en contra del gobierno,... Se aprobaron rápido, a mano alzada y de nuevo, como
otras tantas veces, en el parlamento acabaron a puñetazo limpio. El domingo 19
a las doce la gente se congregó masivamente en contra de esas medidas, sabiendo
que lo que se quiere con ellas es desmantelar Maidan. Estuvimos esa mañana allí
y el ambiente era bueno. A las tres de la tarde, según las noticias, en la
calle de al lado comenzaron los altercados entre la gente y la policía. A las
siete de la tarde fuimos a Maidan. No había tanta gente. Algunos grupos
musicales cantaban canciones protesta. Estábamos a diez grados bajo cero. La
gente estaba contenta y tranquila, pero notábamos nerviosismo. Ya los
presentadores del concierto agradecían a los músicos que hubieran querido estar
allí en un momento tan peligroso. Veíamos que las personas que coordinan en
Maidán estaban vigilantes, iban y venían con mascarillas,... Después llegó un
hombre de unos cincuenta años muy agitado. Pedía ayuda en esa calle de al lado
donde habíamos leído que se producían altercados. Un grupo de hombres lo rodeó
para hacerle entrar en razón. Se paró el concierto y nos dijeron que la lucha
era muy fuerte, a quinientos metros de donde estábamos, pero que Maidan nunca
quiso una respuesta violenta. Que no la habían provocado y que no invitaban a
nadie a luchar. Pidieron que las mujeres y los niños se fueran a casa y que los
hombres que pudieran se quedaran hasta el amanecer. Temían que si la policía
acababa con los subversivos, después llegarían hasta las barricadas para tomar
la zona.
Estos que luchan son personas que se han hartado de que
por las buenas no se arregle nada y han decidido desafiar a la policía. Desde
el domingo hasta ayer jueves las luchas se han hecho cada vez más fuertes y
hasta para la gente de Maidan y los líderes de la oposición la situación está
descontrolada. Durante estos cuatro días ha habido desapariciones de algunos
cabecillas de la revolución, la gente herida suplica que no se la lleve al
hospital porque allí les espera la policía para apresarlos. Un grupo grande de
médicos se ha organizado para ir a diferentes puntos clandestinos para curar a
los heridos. Dentro de los que actuan con violencia hay personas que lo hacen
pagadas por el gobierno. El martes redujeron a más de cien los mismos que
luchan o que están en Maidan. Están convencidos de que aunque la policía ataca
con balas de goma, hay francotiradores, porque hay muertos y heridos de bala.
Por eso, incendian todo lo que encuentran porque con el humo consiguen que los
francotiradores no puedan apuntarles. En Maidan a los que luchan les dan comida
caliente y ropa seca: Hoy estamos a diecisiete bajo cero. El presidente dice
que van a debatir la semana que viene sus peticiones. Pero la gente piensa que
está ganando tiempo y que no va a cumplir su palabra.
Antes de ayer en Nizhin en la plaza del ayuntamiento
tuvimos una oración por la paz y por el sufragio de los que han muerto esta
semana en la lucha católicos latinos, ortodoxos del patriarcado de Kiev y
grecocatólicos. Es difícil saber qué va a pasar y
os pedimos que recéis mucho para que venza el bien y para que no penetre en los
corazones el odio.
En el resto de Kiev la gente hace vida normal. Hay
quienes viven ajenos a todo lo que ocurre, pensando de que los únicos que deben
solucionar los problemas del país son los políticos y no los ciudadanos de a
pie, o convencidos de que lo razonable es conformarse con lo malo conocido y no
ilusionarse por lo bueno por conocer. Muchos no entienden lo que pasa y
sencillamente evitan y por el centro. Otros prefieren soñar una vida más
digna lejos de Ucrania.
Imagen del 26 de enero de 2014 |
0 comentarios:
Publicar un comentario