Cataluña da para mucho, y más nuestra historia, para ilustrar el presente. El siglo XIX fue el siglo de las guerras civiles que tuvieron en Cataluña un privilegiado y trágico teatro de operaciones. Tras la Guerra del Francés, la de los Realistas, la de los Agraviats y la Primera Guerra Carlista, le tocó el turno a la Guerra dels Matiners. Éste fue el único conflicto carlista que no se reprodujo en el resto de la península.
Los carlistas luchaban por una monarquía federal y los republicanos por una república federal. Ambas facciones estaban contra el centralismo del incipiente Estado liberal y ninguna dudaba que su nación era España
Corría el año 1846 y España estaba sumida en una crisis institucional permanente, asomando una guerra civil latente. La posibilidad de la solución política propuesta por Jaime Balmes fracasaba. Había intentado solucionar el drama de España con un matrimonio entre Isabel II y el pretendiente carlista, Carlos Luis de Borbón. La patria seguía dividida mientras que se instalaba un sistema, el de la monarquía constitucional, que no satisfacía a las fuerzas sociales reales tal como carlistas y republicanos.
Los carlistas fueron conocidos como los Matiners por su prontitud matinal a la hora de emprender sus acciones, mientras el ejército constitucional todavía descansaba. La peculiaridad de este conflicto -y es la lección que queremos mostrar- fue que junto a las partidas populares carlistas, también se levantaron partidas republicanas en muchas partes de la Cataluña profunda. Como tantas veces, el campo catalán estaba en armas, mientras que el ejército regular de Pavía, con 40.000 hombres, intentaba pacificarlo desde las grandes ciudades.
En comarcas como Bañolas, al igual que en la Catalunya endins, confraternizaron el jefe carlista Marcel·lí Gomfaus y el republicano Victorià de Ameller. Las partidas de diferente signo político se respetaban y no combatían entre ellas. Había un enemigo común profundamente más despreciable: un sistema falso, sin apoyo popular y que sólo contaba con las élites del Estado y sus recursos para ganarse las voluntades. Los carlistas luchaban por una monarquía federal y los republicanos por una república federal. Ambas facciones estaban contra el centralismo del incipiente Estado liberal y ninguna dudaba que su nación era España.
Hoy, en Cataluña, se está engendrando un nuevo sistema jacobino, centralizador, uniformizador desde "estructuras de Estado" que ha creado la Generalidad
Hoy, en Cataluña, se está engendrando un nuevo sistema jacobino, centralizador, uniformizador desde "estructuras de Estado" que ha creado la Generalidad. Un sistema que atenta contra los sentimientos más íntimos de multitud de catalanes que no creen en los proyectos totalitarios y no quieren renunciar a su ser hispano ni catalán. El sistema totalitario que pretende imponer Artur Mas se ha programado en el nombre de una "libertad colectiva". Pero somos muchos los que creemos en las libertades concretas y no en las abstractas. Quizá nos separen otros posicionamientos políticos o concepciones de la vida, pero el momento es urgente y lo suficientemente grave como para saber establecer las prioridades en la acción política.
Nuevamente una élite política pretende imponernos su "cosmovisión", con total impunidad, utilizando en interés particular todos los mecanismos administrativos públicos. Su capacidad de movilización y educación de masas es incuestionable. Mucho más temible que los 40.000 soldados que se trajo Pavía. Por ello, es nuevamente la hora de matinar para que ello no ocurra. Iniciamos un año crucial en el que nadie pude quedarse dormido, ni en casa, ni de brazos cruzados. Entre otras cosas porque el nacionalismo impondrá su "o conmigo o contra mí" y nadie podrá permanecer al margen. La gran diferencia es que para matiners y republicanos, el enemigo venía de "Madrid"; ahora lo tenemos adentro.
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