La actitud de Hungría frente a los refugiados musulmanes ha
sido criticada desde Bruselas. En Bruselas hay políticos, fieles a una
ideología, que no ven más allá de las ventanas de su despacho y pontifican
sobre todo lo divino y lo humano. En Hungría hay hombres que se enfrentan a los
hechos, que tienen memoria, cuyos antepasados hace dos centurias y media se
libraron de la tiranía musulmana que había durado siglo y medio.
En España también hemos conocido la realidad de una
dominación musulmana. Invadieron nuestro país validos de la división de los
visigodos. Tiranizaron nuestro país. Luchamos contra ellos y, al final, los
echamos. Pero nos costó casi ocho siglos. Mientras tanto hubimos de padecer su
tiranía. Nuestros mártires de Córdoba son una muestra. Padecimos su crueldad.
Los mozárabes hubieron de huir al norte para practicar su religión con
libertad. Anualmente los musulmanes organizaban “razzias” o expediciones militares
dirigidas a los reinos cristianos para apoderarse de las cosechas recién
recolectadas. Al final de la expedición, con las cabezas de los cristianos
vencidos formaban una pirámide desde la que el imán cantaba las grandezas de
Alá. Lo certifica don Claudio Sánchez Albornoz. Esclavizaron a nuestros
hombres. Con nuestras mujeres poblaron sus harenes. San Pelayo, el patrono de
los adolescentes carlistas, fue martirizado por no acceder a los sucios deseos
de Abderramán III.
Ahora vienen no como invasores, sino como inmigrantes. El
presentarse como inmigrantes no es óbice para que traigan exigencias
inadmisibles en quien pide acogida. En los comedores de caridad no se limitan a
rechazar el “jalufo”. Exigen que se les dé otra comida. En las escuelas, que la
hospitalidad pone a su disposición, exigen la separación de sexos. Si ahora,
que son minoría, ya exigen, cuando sean mayoría impondrán. Ya en los campos de
acogida de Centroeuropa los musulmanes oprimen a los cristianos. En Francia se
han formado barrios en los que los no musulmanes no se atreven a entrar.
Un buenísimo idealista calificará nuestro discurso de
racista y xenófobo. Por aplicar calificativos que no quede. Pero el idealismo
no será capaz de invalidar nuestro razonamiento, que no se basa en principios
abstractos sino en hechos. El idealismo dominante no tiene en cuenta la
realidad y nos lleva a la ruina. Denunciamos un peligro real. No nos harán
caso. Nuestros hijos o nietos sufrirán las consecuencias.
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